Jamás supe quién era mi padre.
Y fui su hijo
hasta dejarlo huérfano.
A veces
me pregunto si puede,
si le resulta difícil andar así,
siendo semilla de nadie,
como quien no se ha enterado
de su propio nacimiento.
Con rodeos la enredadera
Un crucifijo descorchando nuestra sangre
El acorde gutural el descompuesto aparato de sonido
La vasijita verde verde verde
Pato samurái caracol campanas lágrimas romboides
Ulises y Nerón san Juan los estuchitos planchas la pirámide calcárea
Muerto el delfín la plata del plato
A lápices la desnudez ahíta
Talladas mariposas vidrios visos el temblor
Burbujas sobre Chopin sobre los elefantes
Esa luz
Y el ojo camaleónico dentro de las plumas
Moviéndose algoso
Este es el lugar más claro.
Como ascendente
una columna y su sábila,
esa pintura Zen
que no abandona, que
no deja vacío
al tercer fragmento
apenas escrito ante la luz.
Este es el lugar más claro de la noche.
No digas que otra noche.
La rosa se abre
completamente. Desciende
ahora
sustancia
hasta la semilla.
Y la semilla a dónde
sino al poema.
Afiligranada va pulsándose
(debajo de ella
un ángel al pie de la llovizna)
donde los tigres dan latidos
a boca de licor que se derrama
hasta su limpidez:
vibración sobre lo matinal,
relámpago ambarino
tu hermosura platicada.
Domicilio
Bajo aquella mesa,
bajo el piso cuadriculado que la sostiene,
como desde un cielo,
se desbarranca una ciudad.
Muchísimo polvo la rodea. No se sabe,
nadie se explica, ni entiende,
de dónde ha venido a parar ahí.
-Sobre poblada de símbolos
se ha roto las orillas-.
¿Quién puede observarlo,
quién, dolorosamente,
puede levantar, siquiera una migaja,
de sus ruinas?
El cursi
Ahora que el amor
te ha tocado
has de llegar al fondo:
sea tu nombre ese nombre
que en los poemas
ya he puesto. Porque tú
hiciste lo posible,
sin que otro, que bien podría
ser yo mismo,
augurara tal hecho.
Y ahora que estás aquí
y que el silencio nada roba
y que las palabras siguen
diciéndote,
hallo la manera, acaso.
Dos poemas
A Marcia Fajardo
AFUERA,
sobre la luz
un tiempo
en lo líquido del tiempo,
un paso
que ha ganado
más de un paso; instante
que la ventana tiene,
frente
a aquel después
que está diciendo
la certeza que miras.
PRIMERA PALABRA,
lengua
que ningún decir
dibuja,
tiempo sin huella:
cuerpos
desde antes.
Antonio Riestra (Ciudad de México, 1984). Poeta y promotor cultural. Textos suyos aparecen en periódicos y revistas de circulación nacional. Sostiene la columna «Tornavoz» en el Diario de Colima.
Excelentes poemas. Agradezco a Conexos el hallazgo.
Antonio Riestra es un poeta limpio que no juega a inventarse rarezas,lo raro está en leerle y querer prolongar ese deseo.