¿Erótico o pornográfico?
(Un estudio en busca de los lindes literarios. Parte VI)
El Siglo de las luces
El siglo de las luces, se extiende desde 1701 con el comienzo del reinado de la casa Borbón y la introducción de la Ilustración, hasta el final de la misma en 1833.
Aunque el XVIII sigue siendo el siglo menos profundizado a la hora de su estudio, posiblemente por las guerras sangrientas a las que se ha prestado más interés, es alumbrado por la razón y el desarrollo del hombre. La Ilustración fue un movimiento europeo ideológico, filosófico, cultural y político, que se enfocó en la razón y una cierta rebelión contra los prejuicios y tabúes del Barroco. La palabra Luz, con su concepto incluido, es lo que rigió en el siglo por la defensa de la paz, del progreso, y de todo lo universal. Los hombres se formulaban preguntas que hoy continúan respondiendo, así como sigue rondando aquel espíritu, sobre todo entre los filósofos, intelectuales y artistas; por eso creo que somos aún hombres y mujeres de la Ilustración. Continuadores o simplemente aprendices. Ese sistema de ideas trajo consigo no sólo la luz, sino también una serie de barbaridades como el “Despotismo Ilustrado” y su poder elitista que marcó la falta de democracia, con su lema “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. El órgano defensivo de la Ilustración es “La Enciclopedia” de Diderot y D’Alembert, una de las más colosales obras del siglo XVIII. Contiene un resumen de las primordiales ideas de la época, en el que participan figuras como Montesquieu, líder de la corriente, Rousseau, Adam Smith, Voltaire y otros. Fue la mayor arma política de la revolución francesa y de las discusiones intelectuales.
Jacques preguntó a su amo si no había advertido que, por grande que fuera la
miseria de la gente pobre, sin tener pan para ellos, todos tenían perro… De donde
concluyó que todo hombre quería mandar a otro; y que al hallarse el animal en la
sociedad debajo de la clase de los últimos ciudadanos mandados por todas las
demás clases, aquellos tomaban un animal para poder mandar también a
alguien… Cada cual tiene su perro. El ministro es el perro del rey, el primer
funcionario es el perro del ministro…
Jacques el fatalista (fragmento)
Denis Diderot
El siglo de las luces no puede desprenderse tampoco de la literatura creadora erótica, que también fue cultivada por aquellos líderes de la Ilustración. De ellos salen las “nouvelles” eróticas, una reacción a ese siglo bélico. Los escritores trataron de demostrar que había que vivir enteramente, sin restricciones y para ello hicieron con sus obras un culto al erotismo y sus prácticas, a la vez que declararon que la guerra era la verdadera degradación humana. Fue el primer grito racional en la historia de: “hagamos el amor y no la guerra”:
La guerra es el fruto de la depravación de los hombres; es una enfermedad
convulsiva y violenta del cuerpo político; éste sólo está verdaderamente
sano, es decir, en su estado natural cuando disfruta de la paz; es ésta la que
infunde vigor a los imperios; ella mantiene el orden y presta a las leyes la
fuerza necesaria… en una palabra, suministra al pueblo esa felicidad que
debe ser el fin de toda sociedad.
“Guerra” (fragmento)
Encyclopédie, Denis Diderot
No sólo aquellos filósofos de puntería se imbuyeron en el campo de la erótica sino también, los escritores no filósofos como Pierre Choderlos de Laclos, que actualizando las lides amatorias, coloca en el pedestal de la inmortalidad su única pero trascendental obra, Las amistades peligrosas, novela que saca al descubierto por medio de cartas, la vida libertina y las sombras del siglo, convirtiéndose en una leyenda. Choderlos fue acusado por el pueblo de impudicia, y por ilustres pensadores como Baudelaire y Proust, de perverso y satánico; sin embargo, la actualidad ha sabido reconocerla por la eficacia de su lenguaje y la inteligencia en el tejido de los hilos temáticos:
Yo lograré a esta mujer [a la Presidenta de Tourvel] y la quitaré al marido
que la profana; osaré quitársela al Dios mismo que adora. ¡Qué delicia ser,
alternativamente, el que cause y el que vence sus remordimientos! ¡Lejos de
mí la idea de desvanecer las preocupaciones que la atormentan, y que han
de hacer mayor mi triunfo y mi placer! (…) Para que yo sea completamente
dichoso es preciso que se entregue ella misma, y no es poco pedir.
Carta VI, El Vizconde de Valmont a la marquesa Merteuil)
En la poesía erótica dieciochesca, de tema amoroso y caliente, se alienta al sexo con valentía y alegría, para que los seres pongan en práctica el goce y cambien sus costumbres morales. Dentro de esos autores se encuentran Tomás de Iriarte, Fernández de Moratín y Félix de Samaniego y otros. El poema Acteon y Diana de José Antonio Porcel, despoja la idealización de los mitos reverenciados por los poetas. Los temas son en muchos casos sacados de propuestas picantes anteriores hechas por Ovidio, que ya a esas altura era una referencia de lo erótico en el que la mujer por lo general está presente como objeto de deseo. Hay todo tipo de mujeres en esta poética: solteras, casadas, audaces, descontentas, insinuantes, púdicas, viudas, ancianas, prostitutas, todo un abanico que se conectan con el sexo y las diferentes formas de conquista.
Aquí fue la fiesta brava,
aquí el chillar, y agua echarle,
pero el gato, al zapearle,
a la carne se acercaba.
“Vanos son esos trabajos,
ninfas”, dice; “no gritéis,
ni vuestros tiples me alcéis,
que yo busco vuestros bajos.
”Mi brazo es de todas mangas,
por feas no os aflijáis,
que yo, porque lo sepáis,
también suelo cazar gangas.
”Porque vea, no hayas pena,
Diana, tus cuartos menguantes,
que mis cuartos son bastantes
para hacerte luna llena.
Acteón y Diana (fragmento)
José A. Porcel
La práctica de la libertad amorosa dentro de la alta burguesía fue al desenfreno, la aristocracia se alborotó y las palabras: pudor y castidad, se convierten en risibles. Se habla de los años 60 del siglo XX como la época en que los jóvenes aprenden a desnudarse, pues sepa querido lector, que en el siglo XVIII, vestirse y desnudarse era una actividad sencilla, en la que las señoras de sociedad sustituyeron a las mujeres domésticas o mucamas por hombres; se cuenta que una de las damas más descaradas era la Marquesa de Chatelet, Emilia de Breteuil, amante de Voltaire, la que se bañaba delante de todos sus sirvientes. Veamos este poema de Félix M. Samaniego que habla del desnudo:
Ésta es la capital de Siempre-meta,
País de afloja y aprieta,
Donde de balde goza y se mantiene
Todo el que a sus costumbres se conviene.
-¡He aquí mi tierra!, dijo el viandante
Luego que esto leyó, y en el instante
Buscó y halló la puerta
De par en par abierta.
Por ella se coló precipitado
Y viose rodeado,
No de salvajes fieros,
Sino de muchos jóvenes en cueros,
Con los aquéllos tiesos y fornidos,
Armados de unos chuzos bien lucidos,
Los cuales le agarraron
Y a su gobernador le presentaron.
Estaba el tal con un semblante adusto,
Como ellos, en pelota; era robusto
Y en la erección continua que mostraba
A todos los demás sobrepujaba.
Luego que en su presencia
Estuvo el viajero,
Mandó le desnudasen, lo primero,
Y que con diligencia
Le mirasen las partes genitales,
Que hallaron de tamaño garrafales
La verga estaba tiesa y consistente,
Pues como había visto tanta gente
Con el vigor que da Naturaleza,
También el pobre enarboló su pieza.
El país de afloja y aprieta
Como respuesta a esa locura, Rousseau decide escribir una novela de amor que reivindique el sentimiento. Escrita también en forma de epistolario, Julia o la Nueva Eloísa, es a fin de cuentas una novela de sacrificios, donde los personajes apagan sus calenturas desenfrenadas para proteger del pecado al ser amado. Con esta obra reeditada 62 veces en el mismo siglo, se demuestra que no todo es en blanco y negro, y que de la misma forma que existía una parte de la sociedad muy libertina, había otra que era pacata, y conservadora de las normas sociales. ¿Cuál grupo se divertía más? Los apasionados, sin dudas, siempre los apasionados.
Dentro de la Ilustración podemos observar varias corrientes como, El Neoclasicismo, una renovación en la imitación de los clásicos grecolatinos y también de los del Renacimiento en las letras hispanas. Veamos la poesía del neoclásico Tomás Iriarte, en la que el Papa sale tan mal parado como los clérigos que eran descritos como tarambanas, borrachines y mujeriegos.
Con licencia, señora, de ese pelo
que en rubias ondas llega a la cintura,
y de esos ojos cuya travesura
ardor infunde al pecho más de hielo;
con licencia del talle, que es modelo
propuesto por Cupido a la hermosura,
y de esa grata voz cuya dulzura
de un alma enamorada es el consuelo,
juro que nada en tu persona he visto
como el culo que tienes, soberano,
grande, redondo, grueso, limpio, listo;
culo fresco, suavísimo, lozano;
culo, en fin, que nació, ¡fuego de Cristo!,
para el mismo Pontífice romano.
(Qué era lo mejor que hallaba en su cuerpo)
Tomás Iriarte
Desde la poesía anónima otro ejemplo de la necesidad sexual que a veces atormenta sin sosiego:
Caliente una mozuela cierto día,
en tanto que su madre en misa estaba,
llena de miedo y de inquietud dudaba
si a su querido bien se lo daría.
Por miedo si preñada quedaría
al mozuelo sus ansias no acordaba,
y lleno de pasión la consolaba
diciendo que al venir lo sacaría.
Fueron tan poderosos los ataques
que por fin consiguió verla en el suelo;
ella dijo al venir de los zumaques:
«¡qué dulce es la sustancia del ciruelo!
Por tu vida, mi bien, que no lo saques
y más que llegue la barriga al cielo.”
La moza templada
Anónimo
El Rococó es el estilo de la alegría, que demuestra que el arte erótico también puede ser tratado con refinamiento, con sutileza en los temas, sin dejar de insinuar el deseo sexual y carnal. Este estilo con prioridad en lo bello y lo erótico, se despoja de los abismos y las expiaciones, tanto así que toma su nombre de la palabra francesa “rocaille” (decoraciones de concha y piedra) que alude a la concha con que se tapaba el sexo de Venus. Si bien en todos los géneros de esta corriente penetra el erotismo, es en la pintura y la poesía donde se hace más intensa la estética del placer acompañado. Esta forma de escribir y pintar nace y termina en el mismo siglo, pero logró liberarse de los frenos religiosos, inundando de estilos Luis XV y Carlos III a la Francia y la España dieciochesca, e influenciando al futuro. Posiblemente su poeta más representativo sea Juan Meléndez Valdés:
Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,
cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,
y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,
y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,
ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,
entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.
Poema III
Juan Meléndez Valdés
La poesía de mitad de siglo resalta lo íntimo, lo lúdico, lo erótico disfrutable con gracia, con ligereza y libertad, donde todos gritaron ¡Basta, toquémonos! Creando así un modo de vida más bello, saliéndose de la pomposidad del Barroco, de la tensión y lo trágico, y consiguiendo hacer más agradable el tiempo en la tierra y más juguetón el goce sexual. Algo que debemos agradecer en grande a los sensualistas y retozones del Rococó.
Aunque el arte y la literatura Rococó llega a ser afeminada —recuerde el lector la imagen del cortesano que inhala rapé para sacar el pañuelo de encaje y estornudar— no perdamos de perspectiva que era creación hecha por hombres, en un mundo de hombres, que no obstante a su aparente debilidad, sustentaban el machismo andante. Son estos hombres los que ponen en la lengua erótica el término Voyeur, porque en las obras de ese tipo, se distingue un ojo que narra desde la sombra, como si la persona disfrutara observando las íntimas locuras de los demás.
La literatura erótica del setecientos es muy variada, la poesía y las comedias eran clandestinas, circulaba y se representaban en las grandes esferas, entre los intelectuales. Uno de los libros más famoso es, Arte de las putas de Moratín. Un manual para fornicar con prostitutas que circuló secretamente por más de siglo y medio, y que fue condenado por la Inquisición, prohibiendo su edición, y estampándolo en su Index Librorum Prohibitorum.
Enciéndese la sangre recaliente
en un joven robusto y muy ardiente
en un viejo, en un clérigo o en un fraile,
y experimento la pringue a los riñones
baja por sutilísimos canales
a esponjar los pendientes compañones,
los músculos flexibles extendiendo,
y el instrumento humano entumeciendo,
hasta el ombligo se levanta hinchado,
del semen abundante retestado,
que, reventando por salir, comprueba
ser veneno estando retenido,
según el docto Hipócrates decía.
…………………………………………
[…] para que sepa el orbe con cuál arte
Las gentes deberán solicitarte,
cuando entiendan que enseña la voz mía
tan gran ciencia como es la putería.
y tú, Dorisa, que mi amor constante
te dignaste escuchar, tal vez amante,
atiende ahora en versos atrevidos
cómo instruyo a los jóvenes perdidos,
y escucha las lecciones muy galanas
que doy a las famosas cortesanas.
…………………………………………
[…] Son mucho más leves
mis delitos: no incito asolamientos,
destrucciones ni muertes horrorosas:
sólo facilitar las deleitosas
complacencias de amor inexcusables
por modos a ninguno imaginables
solicito, y del arte meretricio
pretendo por mi astucia y mi desvelo
ser nuevo Tiphis y otro Maquiavelo
…………………………………………
Ser pérfidos importa solamente:
y aunque engañes hoy 10, mañana veinte,
tantas putas llovieron a porfía
que nunca la mitad hubo que un día,
y hay donde remudar a todas horas;
y pago de mis cláusulas sonoras,
después de descargados los riñones
y de hacerte atacado los calzones,
dirígete a la puerta francamente,
cortesías haciendo y chanceando,
prometiendo volver fingidamente
con presentes grandísimos, y cuando
en la calle ya esté, marcha a otra parte
y haz lo propio; y dirás: de tan grande arte
el gran corsario, el práctico y el diestro
el dulce Moratín, fue mi maestro.
Arte de las putas (fragmentos)
Fernández de Moratín
Arte de las putas a la luz de nuestros días, parece una obra ingenua aunque sensual, un tanto jocosa, cómica, pero sin embargo, abre una gran puerta al conocimiento social y a los secretos de la época. El Rococó aporta un lenguaje nuevo, delicado y sensual, y sus versos son elegantes, con gracia y desenfado.
Los cuentos de hada eróticos son también de esta época. Eran generalmente firmados con seudónimos, y las obras se presentaban anónimas. Proliferaron muchos libros eróticos, sobre todo en Francia, donde se reían de las prohibiciones, y cuando eran acusados y procesados, cumplían las condenas en la Bastilla, la cárcel de la aristocracia, y en ella, parecía que estaban en tiempo de asueto entre amigos e iguales, en vez de en una penitencia.
El correr del tiempo, siempre trae nuevos cambios, y en la última mitad del siglo aparece una figura brillante, un hombre libertino que no solamente practica el sexo a gran escala en orgías y prostíbulos, sino que también escribe sobre estas prácticas y sobre las formas de llegar a la excitación por medio de la flagelación y el dolor. La búsqueda del placer en formas más difíciles cada vez, arrastra al hombre a la práctica de nuevas posibilidades de seducción y Donatien-Alphonse Francois de Sade o el Marqués de Sade (1740-1814) es considerado el padre del género erótico y del pornográfico. Este escritor francés, que fue militar, cumplió varios años en prisión y en manicomios, y lo trataron como loco por sus prácticas de sodomía y otras variantes sexuales. Escribió varias novelas sobre temas muy escabrosos de la vida sexual, como la sodomía misma, el dolor en el sexo, la excitación, el incesto… Sus personajes lo mismo hombres que mujeres son crueles, disfrutan y llegan al paroxismo sexual causando dolor a otros. Una de sus novelas es, La Filosofía en el tocador (La philosofhie dans le boudoir ou Les instituteurs immoraux). Escrita en 1795 esta obra está dedicada A los libertinos (…) voluptuosos de todas las edades y de todos los sexos. En ella el autor muestra la educación erótica a la que es sometida la joven perversa y cruel Eugenia de Mirval. La obra es considerada por muchos, fuente de referencia sobre el tema. El Marqués de Sade fue considerado también, pervertido y peligroso, pero en los tiempos modernos, es otro de los que han colocado en el pedestal de Maestro y muchos escritores importantes no disimulan su influencia. A este genio loco se debe el desarrollo de una tendencia sexual que tiene cada vez más adeptos: El Sadismo.
Severino advierte que ya es tiempo de pensar en cosas más serias; absolutamente incapaz de esperar, se apodera de aquella infeliz muchacha y la coloca como desea y llama a Clément para que lo ayude.
Octavie llora, pero no se le hace el menor caso; el fuego brilla en los ojos del impúdico monje, dueño de la plaza […] —Nunca laurel fue más difícil— dijo Severino, retirándose. —Creí que por primera vez en mi vida, me hundiría cerca del puerto… ¡Ah, qué angostura y calidez! Es el Ganímedes de los dioses.
—Es preciso que la devuelva al sexo que acabas de manchar— dice Antonín, cogiéndola por el lugar mencionado y sin permitir que se levantara. —Hay más de una brecha en la muralla. Y acercándose con fiereza, en un instante se encuentra en el santuario. Nuevos gritos se dejan oír. — ¡Alabado sea Dios! —dice el bribón—. Sin los gemidos de la víctima, hubiera dudado de mis éxitos, pero mi triunfo está asegurado, porque aquí tenemos sangre y lágrimas.
Depravación y Crueldad (fragmento)
De: LAS DESVENTURAS DE LA VIRTUD
(Marqués de Sade, Francia, 1740-1814)
Otra de sus célebres obras es: Los 120 veinte días de Sodoma, escrita en el cautiverio de la Bastilla en 1785, le siguieron muchas: Justine o los infortunios de la virtud (179l), La nueva Justine (1797) y Juliete o las prosperidades del vicio (1797) en la que Sade lleva hasta la última expresión su adicción a lo terrible, incluyendo dentro del conjunto provisto por él de métodos para el desarrollo de la excitación: la violación, el asesinato, las descuartizaciones y el canibalismo.
Sus obras están influenciadas por, Maquiavelo, Montesquieu, Rousseau, Voltaire… de la misma forma que él influyó en sus posteriores seguidores, Apollinaire, Antonin Artaud, Georges Bataille, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett, Luis Buñuel, Pier Paolo Pasolini y otros. En disímiles géneros del arte y la literatura, incluso de la filosofía, puede encontrarse su huella sin dificultad.
En 1798 el escritor e impresor francés Nicolas-Edme Restif de la Bretonne, publica la novela La Antijustina (L’Antijustine) obra que fue escrita velozmente tratando de competir con Sade. Se dice que la novela es autobiográfica y que en ella, Restif afronta su fetichismo por el calzado y los pies, así como el incesto padre-hija. Aunque es una buena obra dentro del género, nunca llegó a alcanzar la genialidad de Sade.
Aquí donde me veis, siempre he sido deseada por los hombres. A los ocho años, un carpintero que hacía su trabajo en casa me cogió el joyero y, como no grité, me metió el miembro entre los muslos, me obligó a cerrarlos y descargó, inundándomelos. Se lo dije a mi madre, que me lavó las nalgas, fue a amenazar al carpintero y lo despidió…
A los diez años, mi padre, sin pantalón, me sentaba desnuda en sus muslos, movía entre los míos su miembro, como si fuera el badajo de una campana, y cuando estaba bien caliente iba a clavárselo a mi madre, a una joven tía hermana de ésta o a mi gobernanta.
A los trece años, yo tenía el joyero algodonoso y tan bonito que mi padre venía a lamérmelo por la noche, mientras dormía. Cuando percibió que yo respondía a sus lengüetazos, y comprendió que sentía placer, empezó a hacerlo más fuerte… hasta que me mojaba. Más adelante se ponía encima de mí, me chupaba los incipientes pechos, apoyaba su miembro en el orificio de mi pequeña pechina… Y me llenaba el monte de Venus de esperma. Hecho lo cual me lavaba con agua de rosas.
A los quince años, un joven, hermano de mi maestra de costura, me agarró el coño en un puñado mientras miraba por la ventana y quiso escitarme el clítoris con el dedo; pero me hizo daño y le di un bofetón.
[…]
Sola conmigo misma, resolví sondear a mi padre acerca del matrimonio. Cuando llegó, fui menos severa con él que de costumbre y, en lugar de besarle la frente, lo hice en los labios. Le encantó.
Moví la lengua, como había visto hacer a la Mesié, y me puso la mano entre los muslos, pero por encima de la falda. Me abandoné, diciéndole: “Quiero casarme… Os aseguro que, si dais vuestra aprobación, seréis bien recompensado”. “Con esa condición, sin vacilar… ¿Tienes partido?” “Mi tío tiene uno, pero nunca lo he visto.” “Bueno, no se puede decir que sea un flechazo… Para empezar, debo lamerte hoy mismo… ¡Aquí! —puntualizó, cogiéndome el joyero. Di un respingo y él continuó—. Venga, toma esta esponja y lávalo bien, sobre todo ese bonito vello que comienza a sombrearlo. El placer que sentirás te quitará el miedo que tienes…” Mientras mi culo y mi coño nadaban en un baño tibio, me chupó suavemente los pezones.
Mi cariñoso padre no me dio tiempo a reflexionar. En cuanto me hubo secado con una toalla, me tumbó en su cama, arremangada hasta la cintura, y pegó su boca a la raja de mi coño, al que lamió con vigor hasta que di muestras de descargar; lo cual sucedió al cabo de un cuarto de hora. Cuando sintió que me iba a correr, mi padre se separó, me puso un trozo de mantequilla fresca del tamaño de una nuez en la raja del coño y me insertó allí su picha, con no poca fatiga. Comenzó a moverse, descargué, y mi placer era tal que le secundé a pesar del dolor. Por suerte, la picha de mi padre no era gruesa, sino larga, con lo que me dio un placer completo: penetró tan adentro que me llegó al fondo y, como yo era muy estrecha, llenaba mi coño como si hubiera tenido la picha de un mulo… Así fue como perdí la virginidad.
“el hombre del rabo” (fragmento)
LA ANTIJUSTINA
Nicolas-Edme Rstif de la Bretonne
La literatura como concepto, desde el medioevo hasta el Prerromanticismo, era todo lo que se escribía en papel, lo mismo poesía, novela, libros de economía y construcción, pero es con la corriente romántica que se afianza el hombre como individuo subjetivo. En esta etapa también se retoma con más fuerza la novela, que había estado un poco relegada por considerarse que contaba mentiras, sin embargo, el didactismo acrecentado con esta nueva corriente, descubre que precisamente lo sujetivo y la ficción, son las cualidades más atractivas al lector y debido a ello se rescata el género.
El fin del siglo de luz también es el de las grandes depresiones, la sublimación a la muerte, lo sobrenatural, y un sentimiento enorme de tristeza, hasta el llanto. El tormento lleva al hombre a la búsqueda de un alivio para los “dolores del alma” y es cuando el sentimiento de la amistad, al igual que el del amor, también ocupa definitivamente un cuerpo irresistible que se fortalecerá hasta nuestros días. Esta reacción que prioriza los sentimientos al racionalismo de moda de la Ilustración y el clasicismo, se llamó Romanticismo. Un corriente revolucionaria que desencadena al iniciarse el Siglo XX, y rompe con lo clásico y sus reglas tradicionales, asumiendo la libertad verdadera del “Yo”, para usarla en la indagación de la esencia de la naturaleza y el hombre.
Y hablando de los aportes americanos que usted debe preguntarse ¿por qué no aparecen?, le digo que América aún era joven, y aunque ya despuntaban figuras dedicadas a la literatura, no hay una literatura erótica como tal. Sin embargo, aquí le va uno de sus aportes: ¿recuerda el comentario sobre el rapé?, pues le cuento que el rapé era una de las formas de inhalar tabaco macerado, muy ligado al sexo pues provocaba mareítos y relajamientos. Fue bautizado con esa palabra francesa que significa “rallado”, pero realmente no es una costumbre francesa sino de la América precolombina, adquirida de los indios en el segundo viaje de Colón (1493-1496). El monje catalán de la Orden San Jerónimo, Ramón Pané, quien fue el primer escritor de un libro americano en lengua europea, Relación Acerca de las Antigüedades de los Indios, acompañó a Colón en aquel viaje y vio como los indios de Haití respiraban tabaco machacado con mortero hasta convertirlo en polvo, se dice que la práctica indigenista era ya de uso también en otras tierras como Brasil y otros lugares del “Nuevo mundo”. El monje fue el primer europeo en aprender el dialecto indio y en su libro recoge todo lo aprendido con ellos durante años de estudio y convivencia a pedido de Colón.
Realmente muy adelantados nuestros indiecitos ¿verdad?; cualquier similitud con esnifar en estos días…
Ena Columbié
(Foto de Axel Stein
ENA COLUMBIÉ (Guantánamo, Cuba). Escritora y artista gráfica. Licenciada en Filología. Ha publicado los poemarios: Ripios y Epigramas (2001), Ripios (2006), Solitar (2012) e Isla (2012). En narrativa: Dos cuentos (1987), la antología Las horas (2011), el cuaderno de crítica literaria El Exégeta (1995), y Luces (Editorial Silueta, 2013). Textos suyos han aparecido en las antologías Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (1989), Epigramas (1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español (2005), La Mujer Rota (2008), y Antología de la poesía cubana del exilio (2011) entre otras. Codirige las editoriales, EntreRíos y AlphaBeta. Dirige el blog de ensayo y crítica de arte y literatura El Exégeta. Reside en Miami.
es magnifico !,como escribe esta tipa!