Ante la página en blanco
En el costado virgen del poema
una se sienta a esperar
las lucecitas que alertan
el punto rojo sobre el blanco
y su tibio trayecto por el lecho
hasta exhalar
he hecho / he dicho
en el roce del tema / del sema
ceño fruncido
ojos hincados en la pantalla
succionando / salivando / silabeando el vacío
agujero negro
donde todo silencio se colapsa
y disemina el fondo de gemidos
agotada la frente de fruncir
de bruñir el artefacto
enmasc-arando en el teclado
se lanza el grito
desesperante rasgadura
desesperada nece(si)dad de penetrar
de un tajo
la blandura del papel
y desvirgarle el filo
a la palabra
Lugar común:
Riesgo clínico del caminate
Se hace camino al andar
Cuando se ha caído antes
cuando se aprende a caer de nuevo
como si no doliera la resbaladura
una se yergue del lodo
con cierto desparpajo
chapotea sostenida de la rama cercana
hasta equilibrar la verticalidad
con hieratismo
como si alguna frialdad
le concediera un don invulnerable a la caída
cuando una tropieza y se levanta
anda con la vista al frente y a lo alto
tropieza y cae ante otra piedra del camino
aprenderá quizás a zigzaguear
y a tornar la vista al suelo al frente y a lo alto
para conjurar todas las precauciones
pero nada garantiza la ausencia
de otra piedra ni de un mínimo descuido
nada garantiza que amén de la frialdad
y el aprendizaje
la rótula maltrecha sobreviva el desgaste
El derrumbe
En este colchón rojo
hojas mustias de un cálido invierno
dispersas
abundantes gotas de sangre sobre el asfalto
recostaré un instante la fatiga
para ver el derrumbe
la caída lenta
espaciosa
de una hoja tras otra
sobre mi rostro
mientras un banco de la calle
me descubre los tibios rayos
entre las ramas secas
aún rojizas de los árboles
me apacigua la caída tenue de la hoja
su libre deambular en la pendiente
según el viento
el mínimo movimiento del colchón
ante las ráfagas que sacuden los carros
como si aún latiera un ápice de vida
en cada pieza yaciente
la serenidad de la hoja ante mis pies
recuerda mi aparente quietud en los derrumbes
cierta ecuanimidad que me ha sostenido
ante los desastres
es necesario para el árbol desangrarse
reconocerse por un instante seco
para erguirse verde en breve tiempo
y volver a ver sus ramas florecidas
Yanelys Encinosa Cabrera
(Foto cortesía de la autora)
Yanelys Encinosa Cabrera (Cuba, 1983) Poeta y ensayista. Licenciada en Letras. Ha recibido los premios David de Poesía 2007 con el cuaderno Del diario de Eva y otras prehistorias, el premio de Ensayo de la revista Cauce (2006), la beca “Razón de Ser” 2008 de la Fundación Alejo Carpentier, entre otros reconocimientos. Ensayos y reseñas suyas aparecen en diversas publicaciones cubanas y latinoamericanas. Conduce la tertulia mensual “Latitudes Paralelas” en el Aula de Poesía de la Revista Amnios, en la que se desempeña como promotora. Coordina desde el 2011 durante la Feria del Libro de La Habana el Encuentro de Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe.