Medio giro
También yo soy como un planeta orbitando: giro, me
detengo, me consumo y me renuevo. Tengo ríos de agua
internos, un mar contenido en cada ojo, un corazón
telúrico y un huracán en cada inspiración.
Para sobrevivir hay que ir girando sobre la marcha
mirar hacia atrás, a la izquierda a la derecha.
Contemplar el cielo sin descuidar la tierra, memorizar
la noche sin olvidar el día.
Girar significa buscar, no estar completo. La
sangre gira hasta encontrar la célula, el taladro
gira hasta encontrar metal, el bolígrafo gira en su
punta para escribir amor.
Por eso tú y yo éramos dos mundos girando.
Yo con mis lunas, tú con tus lunares. Buscar significa
girar, no siempre completamente; el giro que hizo
encontrarnos, fue medio tuyo y medio mío.
Manual sobre ellas
Cuando una mujer llora, lloran también todos los peces, sube la marea,
se desprende un glaciar, cae la rama seca de un árbol en el cauce de
un río.
Cuando una mujer llora, tiembla el cielo,
se agrietan las nubes, se asfixian las aves
al intentar salvarse en las alturas.
Cuando una mujer llora, la lluvia se enrolla,
el viento pierde su brújula,
el reloj anuncia todo el día la misma hora.
Cuando una mujer llora, cada hombre debe detenerse y
preguntarle ¿qué sucede?; esperarnos ahí todo el tiempo,
hasta que ella quiera responder.
Cuando una mujer ama, el equilibrio en su organismo
depende de cien órganos. Respira con los pulmones
del hijo que duerme, duerme con los párpados
cerrados del amigo, saborea con el paladar hambriento
de sus hermanos, sonríe en la sonrisa de sus padres.
Por la noche su cuerpo lo funde con el cuerpo de su amante
que la explora y de mañana su oído descasa en el pecho
ajeno donde escucha al corazón que la mantiene viva.
Cuando una mujer ama, enlista en su memoria los
nombres de su felicidad. Sus manos son capaces de
endulzar un océano, el calor de su cuerpo evapora
cualquier enfermedad; sutura heridas con la mirada y
cicatriza con sus palabras.
Si una mujer te ama, no te hace falta nada.
Cuando una mujer canta, la muerte se toma
cinco minutos de descanso.
La luna voltea a mirar y de menguante pasa a ser llena. Su voz es
una onda expansiva que no menea una sola rama; si además de
cantar sonríe, entonces el diablo y Dios se reconcilian.
Cuando una mujer canta, cesa el fuego cruzado y
las persecuciones. Es el mejor examen auditivo
para un recién nacido: donde una sonrisa es indicio
de que será bueno, donde un llanto le garantiza un
amante corazón.
Cuando una mujer canta, se inhala vida
y se exhala desesperanza.
La nota alta al final de la canción es ocasión precisa para dos cosas:
pedir un beso sin temor a que sea negado y
decir te amo o salud por nuestro amor.
Francisco Javier Paniawa
del Castillo
(Foto cortesía del autor)
Francisco Javier Paniawa del Castillo. México, Chilpancingo, Guerrero (1988). En 2009 publica Unísono, su primer libro en edición digital, el cual se distribuye de manera gratuita en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) donde en ese entonces se encontraba estudiando. Colaborador de poesías en la revista “Beat” de Arte y cultura digital y de la revista “Río Arriba” coeditada por la UNAM, entre otras. En junio del 2013 la Dirección de Cultura del Gobierno Municipal de Acapulco le otorga el premio de Estímulo a la Creación Artística de Acapulco, por su proyecto Relatos de un Médico Pasante en la disciplina de literatura. Su último galardón se lo otorgó la coordinación de asuntos de género de la UAGro por haber participado en la campaña contra la violencia hacia las mujeres y las niñas. Es médico cirujano y estudia actualmente la carrera de lengua y literaturas hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de Universidad Nacional Autónoma de México y ejerce actualmente su profesión en el Hospital San Ángel Inn Chapultepec en la Ciudad de México.