Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

«curso órfico» y otros poemas

FRANCIS SÁNCHEZ

 
curso órfico
 

a Antonio y Arzola


 
la práctica sexual de robar libros
me dio el suplicio para pasar la juventud,
dormirme en costas blancas y hacerme siempre al océano
con la ilusión de entrar a un laberinto.
 
hurgué el lomo diverso de Dios, voces pesadas
y fijas como hojas de inmensas puertas,
sin asirlo, porque alguien vigilaba.
violé sepulcros, raras ediciones
que a través de la ropa, desde cintura abajo,
en el pecho, a la espalda, tornaban a la vida.
florecían helado fragor de las entrañas
y me quitaban la respiración.
 
sólo ese placer, sólo esa oscura corriente
me hacía naufragar por ciudades utópicas
como Santa Clara, Sancti Spíritus, La Habana.
burlé muros de toda antigua biblioteca.
bruñía en cada templo el amor incestuoso
de las sacerdotisas con sus dioses, la búsqueda
de una verdad callada, viva, amoral y dulce.
 
pasó la juventud o está pasando.
poco o nada recuerdo el camino en el mar.
creo que leí una parte de mis caudales,
aunque estoy más seguro de haberlos soñado
en los días febriles en que vagué tras ellos.
guardo —sí— certeza de que hubo una caricia
al menos, un dolor infinito, insaciable
como un libro imposible de cerrar.
 
 
 
lo que hay oculto en el patio
 

a Iván e Ivel
en la otra orilla.


 
respiraba mis huesos callando solo, a gritos
para que nadie imaginase un crimen.
para que nadie oyese ola sucia en casa
rasgué, escarbé el odio hasta extirparle al polvo
filamentos negros, sillares de memoria oleaginosa,
láminas de cansancio
—desvencijado sueño ardiente bajo otra isla
que se había ido formando entre plumas
y excremento de aves migratorias.
tocaba fondo y daba aún más diente en la noche.
 
febril un telegrama era lo último que descendía
del manicomio, tras mi fuga, a las naranjas.
“paciente no está aquí”, decía el aguacero.
“paciente no está aquí”, cloqueaba la página agujereada.
“sirgador no despierta”, decía el aguacero.
pensé en un pensamiento blanco como la línea
de flotación de un bote donde cupiese un hombre
solo, apretado. con el oro dieciocho,
celajes de la boca de abuelo tan sin pies,
tan señor bajo las hierbas,
pagué una trusa, peine, gafas de sol.
más que al viento envilecido o a los guardafronteras
solía temerle a amables vecinos sin patio
donde cosechar otros bulliciosos cadáveres.
 
he esperado el examen del sol
en medio de las calles.
el odio que me alquilan
se ha vuelto cada vez más insignificante,
un poco de ceniza azul en cada pie.
vigilo mi memoria deletreando las velas
y el descabezamiento del vacío.
hice un barco que nunca pudo adaptarse al agua.
 
 
 
primer milagro
 
¿con qué frío han asido mi amor a esta aguja
entre almohadas de novia? ¿qué tachaduras de semillas
para espulgar mi insomnio en los acantilados
domésticos, qué amargura nueva?
a la casa han subido extáticos braceros del exilio.
a la casa han traído sus mercancías húmedas
que pasearon por todos los discursos del reino.
nadie compraba. ¿nadie?
¿liviana canción voy a esconder en mis besos?
¿durmiente sonajero de estrellas lavadas
cansando el horizonte y encubriendo las formas
obscenas de las puertas?
me han hecho otros regalos
tan grandes, tan casuales, imposibles de contar.
¿puedo arrojar —vigilo— al piso las vasijas?
me han hecho los regalos en el idioma impenetrable
de gente huraña y pobre, el plato abollado del cielo,
el girasol, la curva
de la luz cuando va entrando en el agua.
idioma ofendido por los rincones, ajeno, peligroso
como el perro del hombre que no bebe.
¿no voy a estar allí cuando escarabajos dopados
vuelvan por mi quijada? bebo más, en seco: ¿tendré
libre el camino a casa para ver por delante
rodar mi infancia, el vaso?: ¿y aún habrá boda?
como una novia he contado las noches, huecas,
duras lentejas, sintiéndolas golpear el fondo.
 
 
 
disciplina matinal o Rodrigo de Triana
 
no estás ahí, tierra. te has vuelto contra mí.
pájaro de memoria menos que transparente.
sales cuando entro. te petrificas si avanzo
como un rayo más, fijo, en la alta rueda.
no. ¿por aquel vano lucro de ajar las tardes
con amor de atleta dormido al fuego?
 
veo descomponerse
agnóstica paridad que decía envolver
la chispa de mi cuerpo
y llevarla a otra orilla,
sucio país más alto.
ay tierra de mis ojos.
¿entonces nunca fuiste, breve espuma?
 
sumisiones agujereadas cercan el mar donde iba el tacto.
se mueven por instinto, atraídas por ausencia.
¿no? hubiéramos empezado
opima bestia de difusa coronación
y sería más fácil mendigar nuestra joya,
convencer al rey de que nadie sabe dar
silencio sin ver oro.
 
no veo cómo enyugar quimeras en mi diario hacia el punto final.
y he aquí que el final de todo eres tú
arrebatada al agua, abierta piedra al grito.
—¿con qué lealtad me salvas
de quien siempre florido te salvó?
 
vendrá un origen como por añadidura
al salterio, al bufón puesto en lo oscuro,
soledades que a nadie despierten sin espalda.
vamos a almohazar desesperación dulce
obligada un instante a recordar la espiga.
pastaremos ayer
juntos oveja y tigre.
 
toda fe cabe menos que la trampa en el aire.
toda paloma que asusto, vuelve.
no estás ahí, tierra: sólo tierra.
 
 
 
pedaleo
 
pedaleo calle arriba con cierto orgullo
después de estibar gritos mohosos de mi mujer
y extraerle filo momentáneamente
a la idea de pagarme un disparo.
si estoy libre será porque he salido a sustituir aire, creo,
y odiarla, medir desde lejos
la ciudad que se pudre y descompone.
a través del hueco que deja la idea de una bala
pueden verse las burlas más pequeñas.
entre Napoleón y yo, por ejemplo, sólo caben circunstancias.
 
mi infancia envuelta en un pabellón de perfumes
le está vendiendo el cuerpo a soldados heridos de muerte.
pero esta placidez con que brota un castigo
por el surco que va dejando el sueño, no es menos sempiterna
que el corsé de la virgen o la joroba de Miguel Ángel
dormido en el andamio.
 
puede pasar —oyendo a este espejo tullido:
algún día me juzgan por mis actos.
no seré un expatriado. no estaré boca arriba
sobre el cemento como un pájaro con los oídos rotos.
 
aunque nunca dé fruto
aún mi destino ha de cumplirse fatal como una flor.
 
¿qué breve diferencia hay entre mis dos piernas
sin rumbo que amargan el vacío de la ciudad
y las de aquel chino
—pataleó en la horca—
cuando detenía avalancha de blindados
en la plaza Tihanamen
momentánea, simbólicamente?
 
coordino movimientos, me ahogo cielo abajo
y vigilo la mirada lívida de Dios,
la carroza de fuego o sus dos grandes ventanas vacías
por el túnel que va dejando
—soplo, a veces hundo los dedos, etc.—
este disparo imposible detrás de mi cabeza.
 
 
 
habitaciones Ángel Escobar
 
este es el edificio del que habló el señor k.
senil penumbra orlada de dios y oficinistas.
pájaros ciegos beben melodiosas aristas
del boceto de un blanco desierto sin maná.
a oficiar nos quedábamos invisible espejismo
en la burbuja eléctrica de este grito apagado.
ves, nadie aquí nos mira y ya nos han nombrado.
oyes último vuelo viril sobre el abismo.
crece desde las uñas. gira lleno de puertas.
son túneles que llevan siempre a aulas más grandes.
temblando contra el eco la voz pequeña blandes.
este es el edificio. herida en que despiertas.
alzas dentro los ojos y abrazado te expandes
en busca de más sombra y más calles desiertas.
 

Francis Sánchez (Foto cortesía del autor)

Francis Sánchez
(Foto cortesía del autor)

Francis Sánchez (Ceballos, Ciego de Ávila, 1970.) Máster en Cultura Latinoamericana. Su primer libro, Revelaciones atado al mástil (Ed. Ávila, 1996), fue finalista del Premio Nacional de la Crítica. Ha publicado, además, los poemarios: El ángel discierne ante la futura estatua de David (Premio América Bobia 1999. Ed. Vigía, Matanzas, 2000 / Ed. Beda, México, 2002), Música de trasfondo (Premio Poesía de Primavera. Ed. Ávila, 2001), Luces de la ausencia mía (Premio Miguel de Cervantes 2000. Col. Arabuleila, España, 2001 / Ed. Ávila, 2003), nuez sobre nuez (Ed. Sed de Belleza, 2004), Un pez sobre la roca (Premio Regino Eladio Boti 1996. Ed. El Mar y la Montaña, 2004), Extraño niño que dormía sobre un lobo (Ed. Letras Cubanas, 2006), Caja negra (Ed. Unión, 2006), Epitafios de nadie (Ed. Oriente, 2008). Es autor de los libros de crítica y ensayo: Dulce María Loynaz. La agonía de un mito (Premio Juan Marinello 2000. Centro de Investigaciones Culturales Juan Marinello, La Habana, 2001 / Ed. Benchomo, Santa Cruz de Tenerife, Canarias, 2002), Dualidad de la penumbra (Ed. Ávila, 2009) y Liturgia de lo real (Premio Fernandina de Jagua, Ed. Mecenas, 2011). Autor de los libros de relatos: Reserva federal (Ed. Ávila, 2002. Primera Mención del Premio Nacional de Edición) y Cadena perfecta (Premio Cirilo Villaverde 2002. Ed. Hermanos Loynaz, 2004). Incluido en múltiples antologías poéticas, entre las que son representativas: Los parques. Jóvenes poetas cubanos (Ed. Reina del Mar / Ed. Mecenas, 2001), Una mirada. Poesía cubana contemporánea (Ed. Luminaria, 2002), Habiendo llegado el tiempo (Frente de Afirmación Hispanista, México, 2004), La estrella de Cuba (Ed. Letras Cubanas, 2004), La madera sagrada (Ed. Vigía, 2005), Poemas de amor. Autores cubanos. Siglo XX (Ed. Letras Cubanas, La Habana, 2005), Palabra del mundo (Ed. Unión, Col. Sur, 2007), Cantares del mal de amores (Ed. Sed de Belleza, 2009), Antología de la nueva poesía cubana 1970-2010 (Ed. Elefante, Perú, 2010), Esta cárcel de aire puro (Casa Editora Abril, 2011), La Virgen que vino del mar (Comisión Diocesana para la Cultura, Santiago de Cuba, 2012), Poderosos pianos amarillos (Ed. La Luz, 2013), La isla en versos. Cien poetas cubanos (Ed. La Luz, 2013). Sus cuentos se recogen en selecciones como De Cuba te cuento (Ed. Plaza Mayor, Puerto Rico, 2002), Nuevamente lunes (Ed. Ávila, 2004), Los que cuentan (Ediciones Cajachina, La Habana, 2007) y La isla errante (Ed. Orizons, París, 2011). Autor de poesía visual que ha expuesto en Cuba y otros países. Desde 2005 realiza y dirige la revista independiente Árbol Invertido (www.arbolinvertido.blogspot.com).

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Esta entrada fue publicada el 27/06/2015 por en Poesía.
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