Crecida
Sabemos que los muertos flotan, pero no sabíamos que el agua tuviera tanta fuerza. Arrancó de los cuerpos las raíces, las flores. Se fue tragando la tierra. Desde entonces, nosotras velamos la orilla, hundimos los brazos en la corriente. Y el río, cada tanto, nos devuelve algunos restos.
Las piedras
Los perros alzan su llanto al cielo como nosotras buscamos la razón de las piedras que nos hunden. Todo lo que está cerca es puro. El agua es tibia. Flotar debía ser fácil, abrir las manos y entregarse. Pero el que podía enseñarnos sobre la profundidad arrojó su peso sobre nuestro peso y nos mira desde el borde junto a otros animales.
Cacería
Nos dijeron que heredamos la lengua y las marcas de la piel, pero nada dicen todavía del silencio que crece en nuestra casa como un río. Afuera andan sueltas las palabras con los tigres y en el jardín sólo hay piedra. Nosotras no queremos esperar lo que es incierto. En cuanto baje la luz, soltaremos los perros.
Animales feroces
Que los tigres y los leones no te dejaban dormir. Que no eran malos, que tenían frío y querían meterse en tu cama. Pero no había lugar para todos. No importa. Esas cosas pasan, te dije, mientras sacaba las sábanas rajadas y empujaba a los animales hacia la puerta.
De la sombra
Una mujer está parada a los pies de la cama de otra mujer, tiene la cabeza cubierta y toda la sombra le esconde la cara. Como en un espejo, cada una descubre su abismo en la otra. Han perdido la voz, pero sólo ella alcanza a decirlo y despierta.
Las verdades
Ella pregunta qué es ese ruido. Podría mentirle: hablarle de ángeles o enseñarle a rezar. Es el miedo, le digo mientras tapo con almohadas las ventanas.
Las mentiras
Ahora el ruido viene de las manchas que proyectan los dibujos de la cortina en la pared. Todas las noches me preguntás qué es eso y yo te digo lo mismo. Hasta que me canse. Detrás de la cortina está el vidrio y después, la lluvia con sus huecos. Es mejor que hablemos de las sombras.
Mis miedos
Veo a mi hija entregarse a lo que duerme como si nada fuera a pasar. Mañana no habrá marcas en su cuerpo. Tal vez sea cierto que no pasa nada.
Al final
Escribo cada noche en las paredes de esta casa. A veces con la lengua, a veces con golpes de puño o de otros huesos. Antes del amanecer, copio los signos sobre estos papeles. Después, tapo las huellas. Al final, enciendo los pájaros y los demás despiertan.
Del libro Contra la locura. Elángel editor. Ecuador: 2015
Soledad Castresana
(Foto cortesía de la autora)
Soledad Castresada. La Pampa, Argentina, 1979. Licenciada en letras. Ha publicado los poemarios Carneada (2007), Selección natural (2011) y Contra la locura (2015). Este último recibió la primera mención en el Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2014, en Quito. Poemas suyos han sido incluidos en las antologías Poetas argentinas de 1961 a 1980 (2007), Última poesía argentina (2008) y Un libro oscuro (2011).