por todo el ancho mar despedazado
por donde a veces cruza un marinero
he visto a la madrastra que más quiero
llegar de su palacio desolado
luce un vestido añejo mi madrastra
y ha venido hasta aquí porque desea
que yo bese su rostro de Medea
y conmute el pasado que nos lastra
a que escuche su canto de Pinocho
otra vez como aquella primavera
que al muñequito tierno de madera
lo dejaron más triste y menos tocho
esta mujer me tiene confundido
siempre vence las rutas del olvido
De Los poemas del hambre
la nana imposible
era un niño triste
y una golondrina
y un señor oscuro
y un hada madrina
los cuatro vivían
en la misma casa
y se protegían
del tiempo que pasa
el hada envolvía
las cosas en oro
cuidadosamente
con sumo decoro
guardaba esperanzas
cielos estrellados
rosas muy antiguas
dragones cansados
el señor y el niño
se iban a pasear
en las tardes largas
al filo del mar
todo era el poema
lo que no se dijo
lo que dios callaba
entre padre e hijo
y la golondrina
cuidaba la casa
de las cosas frías
del tiempo que pasa
De Los poemas del hambre.
estos altos paisajes que has llamado locura
—estos altos paisajes que has llamado locura
no son más que los ríos que en el hombre han crecido
a pesar de las noches profundas del olvido
el hombre se ha salvado por la literatura
y has aprendido Sancho que en la cabalgadura
silenciosa del mundo se esconde la verdad
que el amor se presiente como la soledad
y la patria es el alma de una antigua hermosura
—si usted sigue animado de esta forma sospecho
que pudiera apagarse de repente su pecho
señor que las pasiones le ponen descuidado
—a tu lado la muerte será de otra manera
que la muerte mi Sancho como la primavera
es un poco la vida que se nos ha olvidado
Los sonetos del hombre
Esta casa que tiene su pradera
interior, sus animales puros;
sepultará mi voz y sus conjuros
bajo el derrumbamiento de la espera.
Hombre, qué fuiste, qué menuda fiera
adentro vive de tus soledades,
cómo te escaparás de las verdades
que regresan tullidas desde afuera.
Me cago hasta en la madre de los dioses
si no pueden sacarme de este enredo.
Mira padre, si acaso yo no puedo
salir todo lo limpio que quisiste,
recuerda, tú también te me moriste
y yo no pude padre, y yo no puedo.
De El libro de arena.
Pedro A. Assef
(Foto de Ulises Regueiro)
Pedro A. Assef (Ciego de Ávila, Cuba, 1966) Licenciado en Filología por la Universidad Central de Las Villas. Su tesis se titula Expresión crítica al universo poético de Carilda Oliver Labra (Frente de Afirmación Hispanista. Ciudad de México, 2002). Miembro del Taller Nacional de la Nueva Poesía Cubana. Presidió la sección de literatura de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en Ciego de Ávila. Premio UNEAC de Poesía, por El libro de arena (1993). Especialista del Centro del Libro y la Literatura en Ciego de Ávila y fundador de la publicación Hojas al viento y del sello Ediciones Ávila (1997). Obtuvo en 1998 y 1999 el Premio Nacional de Décimas a la Virgen de la Caridad de Cobre. Ha ejercido como periodista en Cuba, Mexico y Estados Unidos. Miembro de National Association of Hispanic Journalists. Otros libros: Morir a sonetazos, Poesía, El Libro del bufón y el rey, y otras lealtades, (Cuba, 1990-2000) y El árbol en el mar (París, Francia, 2010).
Poeta de los grandes, Pedro Assef , abarca con hondura los múltiples escenarios del ser y sus interrogantes eternos. Mas lo hace con el talento de quien sabe su oficio y lo pone al servicio de la palabra. Felicitaciones !
Magnifica tu poesía amigo, un abrazo para ti desde estos altos paisajes que has llamado locura …
Maravillosos, me convertiste en ada madrina cuidando con ahínco, en madrastra que espera convencerte, escuché al Quijote dando explicaciones a Sancho.
Adoro tu poesía. Un abrazo.
Beatriz, Toranzo, Nancy; tengan mis cuidadod afectos, mi amor. Estoy feliz que hayan venido a mis poemas. Gracias por la pasión de la poesía!