Temblar una vez ante la reja a la entrada de la villa
El hilo (disparo de metal)
dirá mi nombre. Grabará la suerte
de haberme conocido.
El sangratorio que habrán puesto ante mis pies
(por meta, codicia o maldad)
será un rastro de metal y sangre.
Los corazonantes indicaron el camino de mi hijo
lo pusieron entre el muro y la pintura que es el muro
entre el muro y las manos que lo atan
lo sostienen.
El muro es una lengua (mi lengua)
y ni carcaj cuando el cambio llegue a casa.
Soy el Terry Fox de mi comarca
mitad carne mitad hierro.
Voy a despertar con los disparos con los pasos
que apremian la carrera
buscaré en el reclusorio individual
la boleta de mi sangre.
El disparo (hilo de metal)
dirá mi nombre.
(¿Aullaré como El Ahorcado?)
Lengua de testamento
Lo he buscado en Dios
y no parece.
Los estanques borran con limo
la huella de lo que fue mi casa.
Esos no son mis amigos
son sólo una contraseña para el aduanero.
Los estanques borran la memoria
de lo que vivimos.
Mis amigos yacen/en la grisura
del cemento nacional.
Lo he buscado en Dios
con el cemento fresco todavía.
En el Scratch del disco te abandonan
No les des palabras sumatorias, las mujeres se
arriman para el juego y pierdes. Con ellas siempre
pierdes o ganas tu cadena. En el spoken cuidadoso
se aloja tu partícula de vida. No te ofrezcas a
palabras que se suman contra el maldecir de tus
pasitos de cirquero.
M. Hembra postmo, casi porno al caminar, sonríe
y tengo invitación en el arco de sus brazos. En
la quitamarca de sus piernas hay un poco de aquella
picota parnasiana descrita en la bitácora de
los mayores, los de ayer, muertos ya en la armadura
de un cuerpo como el de ella. “M”, –paladeo en el
umbral del cuarto–, cortinilla de trapos a invitarme.
El cuerpo invita a su matanza, intimidad
de adentrarme sulfuroso en borrachera del sudor ajeno.
Estas son palabras sumatorias. Las ganancias de
aquella madriguera desprenden para mí el aroma de
la rosa negra.
Palabras sumatorias me condenan.
Estado del tiempo
Yo fui un afectado del ciclón “Kate”, no tuve esa
pública manía de los héroes a destiempo. ¿A quién
importarían cuatro tablas por hacer o las tejas
Trinidad que no tendremos nunca? No me digas
patria escupiéndome a los pies, tú y yo somos el
mismo paralítico del ’94, allá por el Hotel
“Deauville”. Seguiremos parados frente al Krim-218
cuando la rimbombancia escamotee lo mayor de la
batalla el callejón. Los afectados del C-Kate harán
un círculo vicioso, un círculo social, un círculo
Nostalgia en torno al almacén de granos importados.
Fueron cuatro días, como si fuera una semana en
salmuera. Como paralíticos del ’94. Hembras
que hacían su mesa su chonchón su cama al lado de los
niños. Yo tampoco vi las balsas. Oí los gritos en
los bordes de la muerte. Ahora soy el paralítico mental
asistenciado que se resigna sin remedio
sin ánfora-candor. Cúmbila con tricota y con
bastón. Hombre que al escupirte a los zapatos dice patria
Temporal que no se acaba.
Estos poemas pertenecen al libro Máquina para borrar humanidades (eRiginal, 2015)
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Luis Felipe Rojas
(Foto cortesía del autor)
Luis Felipe Rojas Rosabal (San Germán, Holguín, 1971). Tiene publicados los poemarios Secretos del Monje Louis (Ediciones Holguín, 2001), Animal de alcantarilla (Ácana, 2005), Cantos del malvivir (2005), Anverso de la bestia amada (2006) y Para dar de comer al perro de pelea (NeoClub, 2013). Por su acción contestataria fue censurado y repudiado por las autoridades de su país, donde ejerció como periodista independiente. Es autor del blog Cruzar las alambradas. Trabaja para Martí Noticias.