Revista Conexos

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«Una mirada sobre tres siglos: Memorias»

JUAN CUETO-ROIG

 

Acabo de leer las memorias de Orestes Ferrara (1876-1972), uno de los hombres más importantes y cultos de nuestra era republicana. Nacido en Nápoles, Italia, se trasladó a Cuba cuando apenas contaba 19 años para luchar en nuestra Guerra de Independencia, donde alcanzó el grado de coronel. Después de la instauración de la República fue elegido a varios cargos públicos. Fungió además como ministro de Relaciones Exteriores, embajador, y delegado a la Asamblea Constituyente de 1940. Ferrara hablaba cuatro idiomas y fue autor de innumerables libros. De gran visión y habilidad para los negocios, más de una vez tuvo que comenzar de cero para rehacer su fortuna. Fue fundador y principal accionista de Bancos y de empresas como la ITT (International Telephone and Telegraph), y contribuyó a que esa compañía telefónica internacionalizara y expandiera sus operaciones a varios países europeos y latinoamericanos.
  Las memorias cubren de 1895 a 1968 y fueron escritas en su exilio final en Italia. Las páginas de este libro se leen con el mismo interés que nos provoca la más amena de las novelas. Sus amigos, sus enemigos, sus triunfos diplomáticos, políticos y financieros, y sus comentarios sobre personajes destacados del siglo XX están admirablemente narrados por este hombre de excepcional inteligencia. Ferrara contó con la estimación y el cariño, no sólo de sus compañeros mambises, como Máximo Gómez, Carlos Mendieta, José Miguel Gómez (su ídolo, quien después, cuando ocupó la presidencia del país, se ganó el mote «El Tiburón se baña pero salpica»), sino que también gozó del aprecio de figuras internacionales como Winston Churchill, Georges Clemenceau y otros.
  El lector de este libro encontrará discrepancias, contradicciones, opiniones controvertidas, pero no podrá negar que Ferrara fue un hombre que defendió sin ambages y con gran firmeza y valentía sus puntos de vista.
Por ejemplo: Ferrara critica a los que lucharon contra las dictaduras de Machado y Batista. Y no sólo eso, sino que considera esas acciones contraproducentes. Sin embargo, él tomó parte en tres revoluciones y confiesa haber incendiado el ayuntamiento de Vueltas en 1906. Y cuando declara que es mejor negociar que derramar sangre, lo hace desde su condición de millonario, miembro de la clase gobernante, y mientras él era blanco (y víctima) de esos movimientos revolucionarios: primero, como ministro de Relaciones Exteriores de Machado, y después, cuando consideraba a Batista y a su nefasto golpe de estado de 1952 como «una solución». Y justificaba así el inexcusable hecho: «Todo me indicaba que la fuerza era más útil que toda otra cosa».
  Aparte de cualquier defecto de su personalidad y de su proceder político, los cubanos no debemos olvidar la gallardía de aquel joven que desde la comodidad de su hogar napolitano fue a pelear en nuestra gesta emancipadora, y que toda su vida consideró a Cuba como mi patria absoluta, a la que dedicó elocuentes párrafos de cariño y admiración: Cuba, que es tan bella por su estructura geográfica, tan agradable por sus brisas, la hermosura de sus mujeres y el temple moral de sus hombres… Y describe así aquella belle époque de comienzos del siglo XX: La Habana había precedido a Nueva York, instaurando temporadas invernales famosas. En efecto, el Metropolitan Opera House de Nueva York empezó sus actividades recibiendo, después de La Habana, la Compañía que organizaba anualmente Italia para actuar en el teatro habanero… En aquel entonces hubo como una excepcional explosión de belleza física. Ante aquel esplendor, un frío extranjero procedente de un país anglosajón, al asomarse al palco del Teatro Tacón exclamó: «Me parece estar en el paraíso». Y cita el comentario de un famoso actor italiano: «Los aplausos, en Tacón, se reciben con mayor agrado que en otros teatros del vasto mundo, porque la vista se recrea delante de este copioso mar de bellezas».
  Y este hombre que (defectos a un lado) amó tanto a Cuba, describe así el despojo de que fue víctima por el gobierno de Fidel Castro: …pero un Gobierno de mi país, sin duda para premiar mi entusiasta y voluntario cambio de nacionalidad, sustituyendo a una nación secular en tradiciones por una todavía non nata, y para premiar también mi vida ofrecida al lado de los héroes de su Independencia, me confiscó todo lo que poseía… sin leyes, sin juicio, sin recibo, sin cuenta, sino simplemente entrando en nuestra casa y abriendo nuestra caja del Banco, apoderándose así de todo lo que contenía, y para mayor escarnio se quedaron hasta con nuestra morada.
  Y definió de la siguiente forma al gobierno castrista y los estragos que ha ocasionado en Cuba: Quien quiera odiar al comunismo debe estudiar su tonta aplicación en nuestra tierra, que nos ha valido un terremoto moral, cívico, cultural, económico y político nunca visto a lo largo de los siglos.
  «Con Ferrara se fue el último de los libertadores y el primero de los extranjeros que fue a Cuba a luchar por su independencia», escribió en el prólogo de estas fascinantes memorias el Dr. Carlos Márquez Sterling.

 
Tres anécdotas de Orestes Ferrara
 

1.- Blas Roca, dirigente comunista cubano, le dice a Ferrara: —Usted, Sr. Ferrara, ataca falsamente a la Unión Soviética. En Moscú se pueden decir las cosas más duras contra los gobernantes.

Ferrara: —Se pueden decir, no lo pongo en duda, pero una sola vez.
 
2.- Un político oponente le alega: —Dr. Ferrara, lo sé. Yo he pasado por la Universidad.

Ferrara: —Los tranvías también pasan por la Universidad.
 
3.- Un hacendado de apellido Cortina proponía un proyecto con el objetivo de adoptar los métodos de la agricultura suiza a la agricultura cubana.

Ferrara: —Su proyecto me parece excelente, Sr. Cortina. Pero con cuántos suizos cuenta usted para llevar a cabo el proyecto.

 

Este trabajo pertenece al libro Verycuetos II (Editorial Silueta, 2014).
 

Juan Cueto-Roig (Foto de Kenia)

Juan Cueto-Roig
(Foto de Kenia)

Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los libros de poesía En la tarde, tarde (1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (2000), En época de lilas, traducción al castellano de 44 poemas de E. E. Cummings (2004), Cavafis, veintiún poemas traducidos del inglés (2010), y Esas divinas cosas: Tribulaciones y alegrías de un traductor (2011); en narrativa, Ex-Cuetos (2002), Hallarás lobregueces (2004), Verycuetos (2007), Veintiún cuentos concisos (2009), Lo que se ha salvado del olvido (Editorial Silueta, 2013), y Verycuetos II (Editorial Silueta, 2014).

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Un comentario el “«Una mirada sobre tres siglos: Memorias»

  1. Gracias, Juan. Excelente. Eres, sin duda, el cronista de nuestro tiempo. Haces que recuerde a esos escritores a quienes debemos hoy muchos datos sobre la vida literaria del XIX habanero, como Nicolás Azcárate, A ti irán los estudiosos del siglo XX y del XXI. Seguro. De Orestes Ferrara leí en Miami, a finales de los ochenta, una vida de Felipe II. Así lo conocí. No hay que olvidar que hubo una época cuando Nápoles era territorio español a la sombra de Fernando de Aragón, Carlos V y Felipe II, lo que quizás sirviera de inspiración a este napolitano, incluido su viaje a Cuba. Ahora, gracias a ti, buscaré su biografía. Mira con la desidia que lo trata Ecured, especialmente la parte dedicada a sus últimos años. No dice nada, sin embargo, del grosero despojo al que fue sometido este hombre ilustre:
    http://www.ecured.cu/index.php/Orestes_Ferrara

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Esta entrada fue publicada el 29/08/2015 por en Ensayo.
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