Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Duelo

XIMENA GÓMEZ

 

DUELO

 

A mi madre

 
Vegetación
 
¿Por qué te veo en la tierra,
áspera o humedecida,
entre las raíces y formas irregulares del suelo,
que no sé nombrar,
entre cal y trozos de hormigón caídos en la tierra?
¿O entre las lagartijas y grillos
que brincan entre el polvo y la maleza,
mientras tú eres partículas?
Me recorre un temblor, porque te siento viva
en el microcosmos del suelo.
Será porque ahora vives entre vegetación…
Tal vez has renacido en esas raíces pálidas,
o estás esparcida entre la tierra.
 
 
 
Callejón
 
Anduve por el callejón angosto
Pero no te vi bajo la luz de neón,
ni en la arquitectura exterior de las casas,
ni en las calles, ni en la avenida de enfrente,
ni entre el bullicio de los carros,
ajeno al paisaje urbano de la infancia.
Es que nunca estuviste en las avenidas,
tampoco en los edificios monumentales,
sino en las calles estrechas, en las portezuelas,
en los jardines, en el musgo de los árboles,
en la vida diminuta que bulle cerca a nuestros pies,
a los umbrales de las puertas y las aceras
lo que vive en sigilo y discreción,
ajeno a la notoriedad, como tú.
Pero en la casa del fondo,
con la cerca medio caída
te pude vislumbrar.
Ahí dentro estarías,
merodeando en la cocina,
llamándome a comer,
o acompañándome a la hora de dormir.
Hubiera querido espiarla, entrar.
Pero la casa está cerrada, no vive nadie en ella,
quizá ha de ser derruida, como la de mis cuatro años.
Hay un letrero que advierte: prohibido el paso.
Ya lo sé, no se puede volver al paraíso.
 
 
 
Maravillas de la tarde
 
Una algarabía de pájaros,
que saltan y se agitan en un árbol,
como un milagro del día que declina.
Tres patos negros,
dos sobre un camino de asfalto,
otro sobre la hierba.
La hembra engorda, parece rezongar
parece que se espulga con el pico.
Ojalá fuera esa hembra,
echada flojamente en la calzada
sobre mis plumas negras aceitosas,
entonces no me dolería de tu pérdida.
A poco llueve,
me salvé de la lluvia para mirar la tarde,
las luces chispean como pólvora en los charcos.
¿Por qué te encuentro en cada cosa de la tarde?
 
 
 
¿Tienes frío?
 
Una luz oscura se cuela por entre la niebla.
Hace frío.
Parece que hay rastros tuyos en todo este paraje,
como si hubieras estado aquí por siglos y te hubieras ausentado,
y tus pasos aún rondaran por estas tierras de bruma y sol.
Hay una portezuela en la tapia,
no sé si alguna vez la abriste para ir a las montañas.
Aquí junto, al otro lado del muro,
hay hierba que la neblina apenas deja ver
y unas piedras con musgo en los costados
y en la cima de una de ellas, rosas fucsias y amarillas.
creo que ahí descansas, bajo las rosales.
Me pregunto si tendrás frío.
 
 
 
Piedra blanca
 
De camino por la humedad de la noche,
Llegué hasta un antejardín,
No había una planta allí,
sólo un árbol en medio de guijarros.
Busqué algo tuyo en el follaje
o en su silueta huraña que me abruma.
o en el tronco, tal vez,
o en la escala exterior que da a una puerta,
o en otro árbol arqueado hacia la casa,
o en la luz tenue
de la ventana oval de la fachada
Busqué tus huellas en ese lugar,
donde todas la cosas envejecen.
Al final sólo pude a llevarme
una piedra de cal.
 
 
 
Sueño de despedida
 
Tal vez había una casa,
como aquella de tus años últimos.
Y campo alrededor,
árboles y una tarde que anochecía.
Los grillos habían enmudecido.
Estabas tú,
tu rostro de vejez
parecía sereno, renacido.
Te ibas a morir, lo sabíamos las dos.
No obstante había dicha en el estar ahí,
juntas, en silenciosa compañía.
Esperábamos la noche,
para la ceremonia del adiós
que no pude decirte.
 
 
 
Vivo
 
en un rincón de la tierra,
al lado hay una iglesia, árboles,
arriba un cielo siempre de verano.
En otra orilla del mundo,
a pocos millones de quilómetros,
estabas tú, en aquella casa
efímera como este suelo que yo ocupo,
que era un tránsito a la muerte que intuías
y que llegó de pronto.
Incineraron tu cuerpo,
trocitos de tus huesos, limaduras
y polvo de madera del féretro
es todo lo que el fuego dejó.
Pero la vida sigue,
me asombra, ha de seguir,
a sabiendas de que no vives ya
en esa esquina del mundo.
He de encontrar acaso
nuevas coordenadas,
nuevos territorios
y una brújula.
 
 
[Textos inéditos.]

Ximena Gómez (Foto cortesía de la autora)

Ximena Gómez
(Foto cortesía de la autora)

Ximena Gómez, Colombiana, vive en los Estados Unidos. Psicóloga, traductora, profesora de español como segunda lengua. En su país ofreció cursos de literatura para niños y talleres de fomento de la lectura e iniciación a la literatura para niños y maestros. Creó programas de bibliotecas circulantes para niños de sectores marginados a través de algunas ONG e instituciones gubernamentales. Poemas suyos han aparecido en diferentes medios digitales e impresos. Ha sido incluida en la antología de poetas del siglo XXI, del poeta español Fernando Sabido Sánchez. La editorial española Torremozas ha publicado su libro de poesía “Habitación con moscas”.

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2 comentarios el “Duelo

  1. Juan Carlos Valls
    07/08/2016

    He tenido con estos textos de Ximena Gomez un encuentro memorioso, el paisaje humano en el que sobrevive el poema, me ha dejado ver todo lo triste, todo lo entrañable, todo lo significativo que alguien que acompañó nuestra vida, puede sembrar en nuestra memorabilia. Gracias Ximena por la entrega.

  2. Ximena Gomez
    08/08/2016

    A ti Juan Carlos por leerme, el duelo es una expereiencia hermosa de dolor y perplejidad, qué alegría tenerte como intelocutor.

Los comentarios están cerrados.

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Esta entrada fue publicada el 06/08/2016 por en Poesía.
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