Clases de natación
A los nueve años descubrí cuánto pesa un cuerpo
en el fondo de una piscina.
Hasta entonces, solo conocía la ligereza de flotar,
cruzar de punta a punta la vida en una alberca. Las
horas fluían, abriéndose bajo cada brazada. En ese
húmedo trance de quietud, todo parecía liviano.
Solo mi padre sospechaba de ese hondo santuario
en que me sumergía, y sus ojos vigilaban mi ritual.
Esa tarde, algo rompió la nitidez del fondo. Un
cabello largo subía como humo buscando la
superficie. Dos brazos agitaban el agua sin alcanzar el
vuelo. Me acerqué, sus manos se aferraron a mi cuello,
y en un violento nudo de codos y burbujas nos fuimos
alejando sin luz. Supe en ese instante cuánto pesa
la vida en el fondo de una alberca: es llevar la muerte
colgada del cuello como un ancla; pesa más aún que la
mano que cierra unos párpados por última vez.
Esa tarde nos salvaron las señales de humo y los
ojos de mi padre. Pero nada nos libro de morir a la
niñez, y nacer prematuramente, en esa placenta de
cloro, al dulce agobio de saberse mortal.
Mi último vecindario
Los libros serán mi último vecindario.
Abundará el silencio, y la tarde llegará despacio a esa
última luz a la que pertenezco. Me perderé en los ritos
que habremos tejido con los años: moler lentamente
los granos de café, regar las plantas o repetir sus nombres
en una letanía. Abrir las puertas de la terraza a las cinco
de la tarde para compartir un verso de Montejo. Cuando
llueva, cruzaré la plaza central, me sentaré en una banca
con un libro, y escucharé de pronto un campanario de palabras
surgir de algún poema.
Los libros serán mi último vecindario; que nadie tome
mi silencio por soledad.
En el supermercado
Este martes como toda la vida
terminé de llenar mi carreta
con las pequeñeces del supermercado.
Al salir,
aquel niño que vendía fresas en la acera
se había convertido en hombre.
Lo vi de pronto,
en el mismo lugar,
con la cesta de fresas aplastando su infancia.
Bajo techo, entre cuatro paredes
las lámparas dan siempre la misma sombra,
y la vida pasa
mientras empujamos las décadas
con la carreta del supermercado.
Para adquirir un ejemplar, visitar la librería Altamira, en 219 Miracle Mile, Coral Gables, FL 33134.
Martes como toda la vida
(Ediciones Perro Azul, 2016)
Denise Vargas
(Foto cortesía de la autora)
Denise Vargas nació en Tegucigalpa, Honduras, donde reside actualmente. Estudió literatura, lenguas romances y psicología en la Universidad de Dartmouth, al norte de Estados Unidos. Forma parte del taller de poesía Alicanto.