Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Jelena y otros poemas

ANNA TERÉK

 
Jelena
 
Mi papá
supo subir todas
las maletas pesadas al tren,
agarrando el timón
en camino hacia el mar
miraba fijamente la carretera,
enumeraba el nombre de todas
las montañas que desfilaban borrosas,
conocía todos los ríos, al Neretva
le reconocía por sus curvas
y bajando la ventana
le saludaba a gritos
cuando pasábamos por su lado.
Cada tarde de domingo
mi papá
abría el periódico
sobre sus piernas cruzadas,
  acariciaba todas las letras,
  las palabras, las páginas satinadas
  y sentado en la ventana,
  resolvía los crucigramas,
Mi papá
besaba el cuello de mi madre
a veces frente a nosotros
si le preparaba crepas
después del almuerzo.
  En septiembre del 71
  mi padre fracas
  quien sabe, ya cuantas veces,
  de microeconomía
  en la universidad.
  Durante días esperaba y perdía
  los trenes que le llevarían a su casa,
  solamente bebía en Zagreb las cervezas,
  los aguardientes,
  no podía subir al tren,
  no supo salir de la taberna
  no se atrevía a regresar
  a casa
  temía, que el abuelo le pegara
  con una tablilla
  a causa de su fracaso.
Mi padre fuerte, temía,
que no podría subir al tren,
que no podría levantar su maleta.
  A mi padre
  que le gustaba esperar
  la llegada de la primera golondrina
  de África
  que adoraba andar descalzo en verano,
  levantarme sobre su cabeza
  como las maletas en el tren, y
  darme vueltas agarrándome de las manos
  a la orilla del río,
  mientras que yo gritaba feliz,
  ¡que no parara!
A mi padre que con sus dos manos
temblorosas, construyó nuestra casa
antes que yo naciera
y que lloraba a la puerta
porque fui solamente una niña,
se emborrachó en su vergüenza, por
no poder hacerle a mi madre
enseguida, de primera,
un hombre verdadero.
  A mi padre, que
  mirándome con sus ojos
  grisáceos
  no dijo ni una vez que
  soy bella, o que
  soy buena,
  porque siempre callaba.
  Como si no pudiese deducir
  cualquier cosa de su silencio.
A mi padre,
a mi padre fuerte, un día,
le fusilaron
dos soldados risueños.
  A mi padre
  que pudo levantar todas las
  maletas pesadas,
  que sabía levantarme
  por encima de su cabeza
  y darme vueltas y más vueltas
  a la orilla del río.
Yo trataba de imaginar
más de una vez
cómo atravesaron el cerebro
de mi padre tembloroso
estas dos balas.
le fusilaron así, puesto de rodillas
porque así
  mi padre
  con la culata de su fusil
  rompió los veintiocho dientes
  de una niña bosnia.
  La sangre se derramaba
  de la boca tierna de la niña.
Nunca quise pensar de principio a fin
lo que hizo con esa niña
antes, después,
mi padre.
  Finalmente, ahora, en el refugio,
  cada día lo medito
  minuciosamente.
 
 
 
El truco
 
Mi hermanito
desapareció
de un minuto a otro,
tal como siempre lo planeaba,
como en los cuentos,
llegó a ser invisible.
 
Corríamos hacia la casa,
nos enviaron por
una docena de huevos,
mi madre nos recomendó
que si comenzaban a tirar,
botáramos los huevos
y a correr
a todo lo que da.
 
Corríamos, los doce huevos
temblaban en la bolsa,
uno solo se rompió
en el camino.
 
Y vi todavía, como él se paró
en la plaza del mercado, y
atravesó por el paso,
llegó a la acera
luego hubo una explosión,
y mi hermano se hizo invisible.
 
Solo un pequeño charco
se quedó en su lugar
en la acera.
Dicen que la explosión
destruye a uno en migas.
 
Me detuve y miraba
ese charco.
No tenía ninguna forma.
miraba, y tenía miedo
porque esa misma sangre se pegó
también a mi mano.
Pasó un minuto
y no pude imaginar lo que ocurrió,
solo miraba parado.
Me llevaron a casa.
me asusté tanto
que no han podido
doblar mis piernas.
Me quedé parado
todo el santo día, así
me acostaron en la cama.
Cuando mi hermanito desapareció
yo dormía de pie toda la noche
en la cama,
como los caballos.
 
Creo que fue un truco
de ilusionista
de parte de mi hermano
y si un día me voy fuera del pueblo,
estará parado allí
y se mofará de mí,
porque desaparecer era
un enorme truco
una sensación colosal
y yo creí que era verdad.



Dios
 
Mamá dice
que mi hermanito murió
porque Dios llama a los que
ama más,
y no quiere estar
alejado de ellos.
 
Entonces, a mí
no me ama tanto
ese buen Dios.
 
 

(Traducción de Georges Ferdinandy.)

 

Anna Terék

Anna Terék (Topolya, 1984). Sus dramas se presentan en el Teatro Nacional de Serbia. Mujeres muertas es su cuarto volumen de poesía.

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Un comentario el “Jelena y otros poemas

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Esta entrada fue publicada el 20/08/2018 por en Poesía.
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