Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

Qué quietud persiste… y otros poemas

EVA M. VERGARA

 
Qué quietud persiste
mientras la bandera se empina
y la palma se encorva,
y el viento sacude hojas y aroma.
 
Dos lagartos pelean sobre la piedra en sombra.
Desde el cristal vigila ¿su silueta o maroma?
balancea su cuerpo, toca la frente, la boca;
retiene el gutural llamado, la sonrisa díscola.
Entre Begonia 46 y Magnolia 47
cuadriculado de nombres,
fechas, retratos.
 
Qué quietud de domingo, de búcaros ralos
de jazmines y orquídeas, de habituales ramos,
del juguete preciado, sobre la losa.
 
 
 
La carretera por donde transito como cada día;
junto a la gasolinera, el loco con marpacíficos rojos tras la oreja
me acompaña por un tramo.
Una vez más lamento que olvidé la cámara.
Unas cuadras más hacia el suroeste, y
la mano extendida del joven autista me conmina,
su sonrisa conocida; short blanco extremadamente pulcro,
camisa azul por fuera, con cuidado almidonada;
sus dedos nerviosos, agitados con extraña alegría.
Y desde el auto intento el saludo que nunca nace.
 
En la cafetería, las piernas de ese homeless
me hacen decir una plegaria.
La piel negruzca y roja. Las sandalias abiertas, los dedos amoratados.
Esta mañana, también, se esmera barriendo la acera,
las colillas de cigarros se muestran reticentes a abordar el recogedor;
el hombre insiste; una tacita con café le aguarda en recompensa,
la tostada cubana olorosa le espera sobre la barra.
 
Corrijo nuevamente aquel cartel, de ese negocio con una falta en el nombre;
pronuncio en voz alta la escritura correcta.
Insisto en preguntarme ¿si les dejaré saber, si ya lo saben, tal vez,
y no pretenden arreglarlo?, ¿asuntos de publicidad?
Dejo atrás la llanta de camión pintada de girasol.
El ataúd de un dictador, y la invitación a su renuncia.
 
Construcciones prácticas, de ventanas semiclausuradas, discretos dryways,
oficinas con individuos de rostros difíciles de recordar,
a un lado y a otro de la calle; unos con mejor lumínico,
otros ostentando colores quizás “¿art deco?”
nunca fui hábil en memorizar estilos.
 
Luego un interminable canal me acompaña; casas que se vislumbran
entre el follaje de hermosos árboles;
las farolas de rostros alados me vigilan, veo en sus ojos
inquietantes intenciones;
procuro ignorarlas, hoy también me prometo esculpirlas algún día.
El poly clay blanco sobre el cual dibujar esos ojos grandes y ovalados;
pienso nuevamente en aquella noticia, ¿serán ellos?
¿Será así cómo nos observan? Elevo el volumen de la radio
y me finjo distraída en ella, el rabillo del ojo fijo en la línea verde
de los cuerpos alargados,
apretados por la velocidad, compactados por mi premura.
 
Alertan de extraterrestres con intenciones de salvar humanos, before the end
Don’t dare to save me!

¡Que no se atrevan a salvarme!
 
 

Eva M. Vergara
(foto: Rodolfo Martínez Sotomayor)


 

Eva M. Vergara (La Habana, Cuba, 1966) llegó a los Estados Unidos en 1989. Cursó estudios de Literatura Inglesa en el Miami Dade College. Ha publicado el libro de relatos, Mirada desde un submarino blanco (Editorial Silueta, 2009). Uno de sus cuentos fue incluido en Palabras por un joven suicida (Editorial Silueta, 2006). Tiene inédito el libro de relatos “Ceremonia de salutación”.

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Esta entrada fue publicada el 24/11/2018 por en Poesía.
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