Revista Conexos

Una revista de arte y literatura, sin fronteras generacionales ni geográficas

«Historia de la decadencia y caída del Imperio romano», de Edward Gibbon. Extractos traducidos del inglés por Juan Cueto-Roig

JUAN CUETO-ROIG


 
HYPATIA (¿-415), LA PRIMERA FILÓSOFA
 

Hypatia, la hija de Theon el Matemático, fue iniciada en los estudios de su padre. Sus documentados comentarios esclarecieron la geometría de Apollonious y Diophantos, y enseñó públicamente en Atenas y Alejandría la filosofía de Platón y Aristóteles. En el esplendor de su belleza y en la madurez de su sabiduría, la modesta doncella rehusaba amantes e instruía a sus discípulos. Las personas más ilustres por sus rangos o méritos pugnaban por visitar a la mujer filósofo; y Cirilo (378-444) contemplaba, con envidiosos ojos, los elegantes carruajes y los esclavos reunidos a la puerta de su academia. Un rumor se diseminó entre los cristianos: que la hija de Theon era el único obstáculo en la reconciliación del prefecto y el arzobispo, y ese obstáculo fue expeditamente removido. En un fatal día, durante la sagrada estación de Cuaresma, Hypatia fue abruptamente sacada de su coche, desvestida y arrastrada desnuda hasta la iglesia e inhumanamente trucidada por Pedro el lector y una tropa de salvajes y desalmados fanáticos; su piel fue arrancada de sus huesos con el afilado borde de conchas marinas y sus trémulos miembros echados a las llamas… El asesinato de Hypatia ha marcado con imperecedera mancha el carácter y la religión de Cirilo l de Alejandría.
 
 
 
FIN DE LOS GLADIADORES, TELÉMACO
 

El primer emperador cristiano [Constantino, 272-337] puede adjudicarse el honor del edicto que condenó el oficio y la diversión de derramar sangre humana, pero su benévola ley expresó los deseos del príncipe, sin que por ello se reformara la inveterada crueldad que degradó a una nación civilizada a niveles de caníbales salvajes. Varios cientos, quizás varios miles de víctimas eran masacradas anualmente en las principales ciudades del imperio; y el mes de diciembre, particularmente dedicado a los combates de gladiadores, todavía exhibía (a los ojos de los romanos) un grato espectáculo de sangre y crueldad. En medio del júbilo general por el triunfo contra los visigodos en la ciudad de Pollentia, un poeta cristiano exhortó al emperador a erradicar, con su autoridad, la horrible costumbre que por tanto tiempo se resistió a la voz de la clemencia y la religión. Las patéticas representaciones de Prudencio (348-413) fueron menos efectivas que la generosa osadía de Telémaco (¿-404), un monje asiático, cuya muerte fue, para el mundo, más útil que su vida. Los romanos se enardecieron al ver interrumpido su entretenimiento; y el bravo monje, que descendió a la arena para separar a los gladiadores, fue abatido por una lluvia de pedradas. Pero la ira de los espectadores pronto cesó; y eventualmente respetaron la memoria de Telémaco, quien mereció el honor del martirio; y los romanos se sometieron sin chistar a las leyes de Honorio (384-423), las cuales abolieron para siempre los sacrificios humanos en el anfiteatro.
 
 
 
INCENDIO DE ROMA, JARDINES Y CIRCO DE NERÓN, MÁRTIRES CRISTIANOS, BASÍLICA DE SAN PEDRO
 

En el décimo año del reinado de Nerón (37-68) y en el 64 de nuestra era, en la capital del imperio ocurrió un incendio que no tuvo comparación con ninguno ocurrido en el pasado… De las catorce secciones en las que Roma estaba dividida, solo cuatro quedaron ilesas, tres fueron arrasadas por completo y las siete restantes que experimentaron la furia de las llamas mostraban un lamentable panorama de ruina y desolación.
  La atenta previsión del gobierno no descuidó ninguna medida para aliviar tan horrible calamidad. Los jardines imperiales se abrieron a la angustiada multitud, se erigieron edificaciones temporarias para acomodarlos, y un abundante suministro de maíz (1) y otras provisiones se distribuyeron a precios muy moderados. Una liberal política parece haber dictado los edictos que regularon la disposición de las calles y la construcción de casas privadas; y como siempre sucede en una época de prosperidad, la conflagración de Roma, con el transcurso de unos pocos años, produjo una nueva ciudad, más ordenada y hermosa que la anterior. Pero toda la prudencia y humanidad demostrada por Nerón en esta ocasión fueron insuficientes para salvarlo de la sospecha popular. Cualquier crimen podía ser imputado al asesino de su madre y de su esposa; el príncipe que prostituyó su persona y su dignidad en el teatro no podía considerarse incapaz de la más extravagante locura.
  Los rumores acusaban al emperador de incendiar su propia capital; y como las historias más increíbles son las más afines a la imaginación de un pueblo enardecido, fue seriamente reportado y firmemente aceptado que Nerón, mientras disfrutaba el desastre que había ocasionado, se divirtió cantando la destrucción de la antigua Troya, acompañado de su lira. Para desviar la sospecha, que el poder de su despotismo era incapaz de acallar, el emperador resolvió sustituir con criminales ficticios su condición de acusado. “Con este propósito”, continúa Tácito (56-117), infligió las más crueles torturas a aquellos individuos que, bajo el vulgar nombre de cristianos, estaban ya marcados con merecida infamia. Habían tomado su nombre y su origen de Cristo, quien durante el reinado de Tiberio (42 a. C.-37 d. C.) había sido crucificado, por la sentencia del procurador Poncio Pilatos…
  Algunas de las víctimas fueron clavadas en cruces; a otras les cosieron la piel de animales salvajes y las entregaron a la furia de los perros; muchas fueron untadas de material combustible y usadas como antorchas para iluminar la oscuridad nocturna. Los jardines de Nerón (37-68) fueron destinados a ese conmovedor espectáculo, el cual se acompañaba con una carrera de caballos y se honraba con la presencia del emperador, que se mezclaba con el populacho en la actitud y el atuendo de un auriga. De hecho, la culpabilidad de los cristianos merecía el más ejemplar castigo, pero la aversión del público se tornó en conmiseración por la opinión de que esos desdichados eran sacrificados no tanto por el bien público, como por la crueldad de un caprichoso tirano.
  Aquéllos que estudian con ojo indagador el curso de los acontecimientos humanos observarán que los jardines y el circo de Nerón en el Vaticano, que estaban impregnados con la sangre de los primeros cristianos, se han vuelto aun más famosos por el triunfo y los abusos de la perseguida religión. En ese mismo lugar, un templo que supera las antiguas glorias del Capitolio ha sido erigido por los pontífices cristianos, quienes, reivindicando su dominio universal por su procedencia de un humilde pescador de Galilea, han sucedido en el trono a los césares, han dado leyes a los bárbaros conquistadores de Roma y han extendido su jurisdicción espiritual, de la costa del Báltico hasta las del océano Pacífico.
 
 

(1) Gibbon escribe corn y, aunque lo traduje maíz, debo hacer notar que, en la época narrada, el maíz, oriundo de América, aún era desconocido en Europa.
 
 

Estos textos pertenecen al libro Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon. Extractos traducidos del inglés por Juan Cueto-Roig (Editorial Silueta, 2019).
 

Juan Cueto-Roig
(foto de Henry Sherr)

Juan Cueto-Roig nació en Caibarién, Cuba. Exiliado de la Isla en 1966, reside actualmente en Miami. En 1996 publicó En la tarde, tarde (Poesía), Editorial Sibi, Miami. En 2000, Palabras en fila, en clase y en recreo (Poesía), Editorial Verbum, Madrid. En 2002, Ex-Cuetos (Relatos), Ediciones Universal, Miami. En 2004, Hallarás lobregueces (Relatos), Editorial Ultra Graphics, Miami y En época de lilas (Traducción al castellano de cuarenta y cuatro poemas de e. e. Cummings), Editorial Verbum, Madrid. En 2007, Verycuetos (Crónicas), Editorial El Almendro, Miami. En 2009, Veintiún cuentos concisos (Cuentos), Medalla de oro en el Florida Book Award 2009, Editorial Silueta, Miami. En 2010, Constantino P. Cavafis. Veintiún poemas (traducidos del inglés), Editorial Ultra Graphics, Miami. En 2011, Esas divinas cosas. Tribulaciones y alegrías de un traductor, Editorial Silueta, Miami. Y también en 2011, Raquel Revuelta, a la memoria de una gran actriz. Edición limitada y de lujo, Beard Publishing Inc., Santa Ana, California. En 2012, Raquel Revuelta, a la memoria de una gran actriz. Segunda edición en rústica, Beard Publishing Inc., Santa Ana, California. En 2013, Lo que se ha salvado del olvido. Poemas y relatos de mi infancia. En 2014, Verycuetos II (Crónicas), Editorial Silueta, Miami. En 2016, Fruslerías (Elucubraciones, divertimentos y contracuentos), Editorial Silueta, Miami. En 2017, Palabras en la tarde. Antología personal y selección de poemas traducidos (Poesía), Editorial Verbum, Madrid, España. También en 2017, Verycuetos III (Crónicas), Editorial Silueta, Miami. En 2018, Las confesiones de María Tibisí y otros cuentos (Cuentos), Editorial Silueta, Miami.

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2 comentarios el “«Historia de la decadencia y caída del Imperio romano», de Edward Gibbon. Extractos traducidos del inglés por Juan Cueto-Roig

  1. 1teresoro
    30/08/2019

    ¡Que gusto tan grande me da leerte, principe Cueto!

  2. Teresa María.
    30/08/2019

    ¡Qué gusto tan grande me da siempre leerte, principe Cueto!

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Esta entrada fue publicada el 29/08/2019 por en Narrativa, Traducciones.