En estos tiempos de tecnocracia avanzada, cuando la competencia es feroz en todos los campos y sentidos, porque prima la individualidad y la burda competencia para llegar a metas tan soeces como los likes, Sergio García Zamora quiere ser escuchado en todos los rincones, y es ejemplo del poeta moderno, restringido en su capacidad de comunicación por el fatalismo geográfico, pero ilimitado en sus metas, y ha excedido no solo sus posibilidades sino también sus propios deseos, logrando llegar a fines irreales.
»El cubano Sergio García Zamora con su obra Los uniformes, se ha hecho con el III Premio Internacional de Poesía ‘Jorge Manrique’ convocado por la Diputación de Palencia en colaboración con el Ayuntamiento de Paredes de Nava, para fomentar la creación poética en lengua castellana y para recordar la figura del ilustre poeta nacido en esta localidad palentina. Los uniformes, es valorada por el jurado por su “vinculación con la vida cotidiana y el sentir del pueblo cubano». El Premio, está dotado de 6000 euros y publicación del poemario ganador. Según el jurado, Sergio García Zamora, (Juan Sastre), se impuso con “un libro enormemente unitario”
Sergio García Zamora
(foto: cortesía del autor)
Considerado el mejor poeta de su generación –la llamada Generación Cero–, Sergio García Zamora (Esperanza, Cuba, 1986) es fundador del grupo literario La estrella en germen; Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas; es autor de más de una docena poemarios, entre los que figuran: Autorretrato sin abejas (Ediciones Sed de Belleza, 2003); Poda (Premio Calendario 2010; Casa Editora Abril, 2011); El Valle de Acor(Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2011, Editorial Capiro, 2012); Caballería insurrecta (Premio Manuel Navarro Luna 2012, Ediciones Orto, 2013); La violencia de las horas (Premio José Jacinto Milanés 2012, Ediciones Matanzas, 2013); Animal político (Premio Regino E. Boti 2013, Ediciones El mar y la montaña, 2014); Perro que aúlla (Editorial Capiro, 2015); La condición inhumana (Ediciones Áncoras, 2016) Resurrección del cisne (Letras cubanas, 2017); El frío de vivir (Premio Loewe a la Creación Joven, Visor Libros, España, 2017); Diario de un recluso (Erein Ediciones, 2018) y Los uniformes, que se presentará en diciembre en España, publicado por la Ediciones Cálamo.
Regalamos al lector una selección de trece poemas de su obra publicada.
Ena Columbié
Ventajas de la poda
Las muchachas cortan sus cabellos
con la esperanza del renuevo.
En un tiempo la cosecha segunda
fue tan vasta como el primer corte.
En un tiempo el pordiosero
cortó nuestro césped
por la baratija de su alcohol.
Ciertos animales podados en luna nueva
son ahora más dóciles, más nuestros:
Los gallos de la lidia,
perfectos como águilas de patio,
El perro desorejado,
El toro nocturno que amanece buey.
Ciertos frutos tomados en menguante
alcanzan la real maduración.
Así, de lo infértil y demasiado
podan tu vida hasta que parece bella.
Quien haya perdido una mano
no servirá en el ejército.
Los reclutas
El verde militar está en los ojos:
muchachos que piden autorización
para ir al carnaval y abordan los camiones,
las máquinas de alquiler en Jagüey o Santa Clara
con el dinero último, con el único dinero.
Regresan las cabezas podadas por el verde militar,
los rostros que lastima la cuchilla:
el hermano mayor, el novio, el hijo de vecino.
En la noche de provincia son príncipes,
reyes que han vuelto de Troya o Las Cruzadas.
Bajo el fuego artificial, bajo la vida artificial
respiran el aire último, el único aire,
y entran al verde militar con sus amores.
Como los reclutas anhelas un pase,
un gesto dispensador de tu perenne servicio;
un pase, una tregua, un salvoconducto
para tu vida siempre. Como los reclutas.
Sólo que ellos no saben disimular.
Antes de que un temblor comience
Antes de que el cántaro de la niña se quiebre
y enmudezcan los enjambres de la dicha,
antes de que las mujeres recojan la sangre última
de los breves animales ofrendados
y el niño que juega a las canicas
presagie con su juego el choque de los mundos,
antes de que el árbol de la ira
deje caer sus frutos ardientes y violentos,
antes de que el blando corazón de los ahogados
endurezca en el invierno
sin oír el canto de sus novias suicidas en los ríos,
antes de que un temblor comience a perseguirnos
por la ciudad de puertas condenadas;
danos, Señor, la paz.
La paz gentil de las comidas
cuando la oración del padre sube en brazos del humo,
la paz del esposo y la esposa a medianoche,
la paz del que acepta su culpa y se vence,
la paz de las estatuas en otoño.
Pero no la paz hueca de las santas
que dejan caer el aire pesado de sus miradas,
ni la paz indiferente del muro
donde el sol de los míos se lamenta,
ni la paz del tigre satisfecho
que devoró esta mañana la Belleza.
Quiero hablarle a las aguas sin turbarme,
quiero ver en los niños a los niños
y en la página los blancos animales.
Quiero volver a la amistad de unos pocos
porque el amor de ellos ya me salva.
Pero si no puedes, Señor, concederme
la paz de tus palomas intocadas
y el cántaro de mieles rebosante;
quiébrame entonces en el sueño
como la espiga que un niño dobla
pues he visto el rostro sereno del suicida
y el afán perpetuo de mi madre.
Pedigrí
Perros de raza, perros legítimos
que la gente lleva al parque en las tardes de verano.
Dálmatas. Cockers. Collies. Pastores.
Dejan que los niños vengan y los toquen, los acaricien;
dejan que la gente se retrate con ellos.
Esos perros, me dijiste, seguro comen carne,
seguro tienen una dieta especial.
Hay que ser un poeta de raza, un poeta legítimo,
para que te lleven a pasear a las ferias del mundo,
para que la gente te luzca y para que la gente te admire,
pero sobre todo, para comer un poco mejor.
Perro que aúlla
Perro que aúllas, necesito un esclavo o un redentor.
Concédeme la gracia de serlo para mí.
Aúlla contra la noche, aúlla contra el universo.
que nadie duerma, que nadie soporte
tu poema de aullidos, mi poema de aullidos.
Que vengan a callarte con un palo y una piedra.
Que los obligues a matarte, matarte
como a un esclavo, como a un redentor.
Que seas en esa hora el Gran Aullido.
Cuando ellos vuelvan a sus camas de costumbre,
tú continuarás aullando contra la muerte.
Que no puedan seguir con sus vidas, perro que aúllas,
si no comienzan también a aullar.
Morder la mano
Morder la mano que te alimenta,
el lenguaje común que te alimenta.
La mano entendida como dependencia
y el lenguaje entendido como sumisión.
Morder la mano hasta el hueso. Triturarlo.
Transformar el crujido en música.
Morder. Hasta el hueso. O no morder.
Esperar por la palabra que echan en tu plato.
Salivar por la palabra si demora.
Darle el gusto a Pávlov. Agradecido.
Ánima vil
No me dejaba trabajar.
Yo era un niño en los telares de Dios
que no dejaba trabajar a Dios.
Quería ser el Gran Hilandero,
pero confundía los destinos.
No dejaba trabajar en paz.
Entonces Dios me entregó la poesía
porque si deseamos tener
tranquilo a un niño
se le da para que juegue
cualquier cosa.
Peligro de derrumbe
Arrimar palabras. Una palabra y otra. La cuartería del lenguaje. Un barrio pobre en medio del lenguaje. Si una palabra arde la otra arderá también. Si una cae, ya sabes. Decir madre mía, patria mía, y que el posesivo sirva de puntal.
El camionero y yo
La primera vez que escuché un poema, un poema de Charles Bukowski, fue en la cabina de un camión. Era un programa radial y el camionero subió el volumen. En cualquier momento, pensé, apaga la radio esta bestia. Pero el camionero siguió escuchando. Lo de Bukowski no tenía nombre: hablaba con cierto orgullo sobre las borracheras de su padre y sobre las golpizas de su padre. Parecía decir que a él, Charles Bukowski, ni borracheras ni golpizas lo habían logrado arruinar. Después pusieron música y el camionero se colocó sus gafas. Estos programas de radio, gruñó, nunca sirven para nada. La primera vez que escuché un poema, un poema de Charles Bukowski, fue mientras viajaba a casa. Un camionero nos puede engañar.
El país dentro del televisor
Me encantaría vivir adentro del televisor. En mi país, el televisor funciona como una caja de Pandora inversa: todos los males quedan fuera, incluso la esperanza queda fuera. No necesitan esperanza los que viven en el televisor, porque viven satisfechos de sí mismos. Los de afuera se conforman con esa ventana abierta al paraíso, por donde ven correr los ríos de leche y miel. Nada falta en el país adentro del televisor. Ni el pan y las rosas, ni la luz del domingo. Todo luce tan lleno de heroísmo. Adentro del televisor está claro siempre quién es el enemigo, pero del otro lado de la pantalla el enemigo se confunde con el prójimo. Adentro del televisor nadie se rinde.
El cuervo toma ventaja
Espectro de Edgar Allan Poe, el cuervo toma ventaja en la vana conversación, habla por ti, se ceba diciendo mal de los otros. Pensabas dejarlo morir de hambre, ahogarlo en invierno como la sociedad te ahoga, pero los poetas traen un puñado de ojos para alimentar al cuervo, los poetas pagan tu café y piden que escuches. Nada podrás aunque maldigas al ave. Abre su jaula, deja que sobrevuele la ciudad como si la ciudad fuese un campo después de la batalla. El cuervo sabrá escoger entre cadáver y cadáver. Espectro de Edgar Allan Poe, solo limpia su pico cuando vuelva.
Carta para Arthur Rimbaud
Terrible Arthur Rimbaud, ¿no habrá otra luna ni otro sol? ¿No tendré calma ni calma tendrán los míos? ¿Atados a una noria viviremos sin escapar como tú, sin renunciar a escribir en las mañanas lo que el alma alcanza? ¿Puede un hombre dejar de escribir? ¿Puede un hombre que sentó a la Belleza en sus rodillas dejar de escribir? Terrible Arthur Rimbaud, ¿acaso hallaste la nueva luna y el nuevo sol? ¿Acaso viste lo que el hombre creyó ver? ¿Cómo serían en tus ojos las tierras de Abisinia? ¿Cómo sería en tus ojos volver a la patria para morir? ¿Cómo sería ya haber muerto antes cuando pensaron que escapabas, cuando admitieron que podías renunciar? Dime, Arthur Rimbaud, lo que solo tu vida logra responder a mi vida.
Balada antes de colgarse
A François Villón, el maldito, lo suben y lo bajan de la horca un poeta después de otro. No fui a la universidad, dice Villón, para ser un pelele; no gané el favor del rey, para ser un muñeco de paja. Un poeta después de otro lo piden para sus bandas; todos quieren a ese francés en sus cochinas bandas, a ese diablo criado por un monje. El maldito de François se ríe: piensa deshacerse del cabecilla y tomar el mando. Entre poetas también se está entre putas y ladrones. A François Villón, el maldito, lo suben y lo bajan de la horca un poeta después de otro. No escribí para esto, dice Villón, no robé ni maté para esto. Si quieren entonar mi balada, pónganse la soga al cuello.
Gracias por la poesía Sergio García Zamora.