El silencio es un arma de doble filo
A los comisarios del silencio
El silencio
Más que las palabras
El silencio
(Ahora sigue una pausa
parece larga
un minuto de caída al fondo del mar
feliz /La gota de agua
Grave
Exultante
Colma la copa/la desborda)
El silencio
La cueva
El escondite
El refugio
El goce
(Ahora observo
Oculta a las voces y reclamos de mi madre
/Ese zarpazo pendiente de mi suerte
Insiste en salvarme de mí misma/
Oculta
A los pies de todos los habitantes de la casa
Observo
Cuánto chilla la luz en La Habana a las dos de la tarde
La tristeza que musitan los pasos de mi abuela
Qué significa “vivir en las nubes”
Los rostros dolientes del amor
Las grietas nuevas cada día/ Observo)
El silencio
Una escuela
Mi escuela
Donde te caes y nadie aplaude ni silba
Donde las cosas pueden salir bien
Nunca perfectas
Donde nada se prohíbe
(La voz
De tu hermana se infiltra
Para invitarte siempre a otro juego)
El silencio permanece
En medio de corrillos del vecindario
Persiste entre tambores sartenes
Y cantos de posesos
El silencio se abre paso en medio del escándalo
Callejero
En medio de la pendencia
El silencio es un arma de doble filo
Arma blanca
Y negra a veces
Multicolor en las buenas/ a veces en las malas
Arma suicida
Escudo transparente/ engañoso
El silencio incómodo
El considerado
El aquiescente
El silencio también revienta el tímpano
Del oportunista que espera aceptación
“El que calla otorga”/ ¡No!
Ni voz ni voto
El voto de silencio
El silencio condenado al escarnio público
La bomba de tiempo/ su estallido pleno
El compasivo/ el soberbio
El silencio funeral
La pena hecha silencio
Más que las palabras
Y tantas para nombrarlo
Para dibujar su país
Sus colores
Su noche oscura
Su crepúsculo
Su alba
Este persistente campo de batalla.
La cicatriz
Mi padre no fue un guerrero
Tampoco cantó hazañas ajenas
Era un experto en hambre
Sus estragos y fantasías
Un lector de nubes
Un oteador del horizonte
Tenía los mejores pies de barro
Y una cicatriz en la pierna derecha
Un camino de bueyes y carretas de caña
Un surco que abonaba su memoria
Y mi imaginación
Una herida abierta
Curada con
Fango sangre y ceniza.
La orden
No toquen los cuerpos
El roce perturbador de sus sombras
El perro tras su propio rastro
Gruñe/Gime/Llora
No toquen los cuerpos
Que el viento desordene sus papeles
Que el rumor se extienda como anuncio sordo
De futuros temblores
No toquen los cuerpos
El aliento en la nuca, tan solo el aliento
El silbido en la noche oscura
Oculta la luna
El silbido y la prisa de unos tacones
No toquen los cuerpos
Que se confunda el alba con el alba la noche con el día
El hambre con la hartura
El asedio con la gloria la muerte con la patria
No toquen los cuerpos
No toquen los cuerpos
No toquen los cuerpos
Teresa Delgado Molina (foto: cortesía de la autora)
Teresa Delgado Molina (1957) nació en La Habana. Vive y trabaja en Madrid. Estudió Filología, Especialidad Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, donde también hizo su Doctorado. Enseñó literatura en el Instituto Superior de Arte, impartió Narratología y Teoría literaria en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana y Análisis narrativo en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños. Ha publicado artículos de crítica literaria y una antología de teorías literarias del siglo XX en coautoría con Nara Araújo.